miércoles, 29 de junio de 2011

Revolucionando los cimientos del pensamiento

En ocasiones resulta imperante cuestionarnos acerca del beneficio y detrimento de todos los avances y el progreso que ha conseguido el ser humano, no con un afán oscurantista, ni negando los muchos éxitos y descubrimientos que hemos tenido como sociedad mundial. Sin embargo, en el actual acontecer, es difícil no darnos cuenta que hemos cometido muchísimos errores, y lo que es aún peor, nos sigue costando mucho trabajo el reconocerlos. Tomemos mi profesión como ejemplo, la arquitectura. En su larguísima historia se ha centrado en la edificación de majestuosidad y belleza de ciudades enteras con el afán de trascender eternamente. Actualmente, de manera más lenta que lo ideal, comenzamos a darnos cuenta que nuestra responsabilidad es grandísima como para reducirla al fin estético, por más magnánimo que éste sea. Tanto la arquitectura como el urbanismo juegan un rol trascendental y fundamental en nuestra lucha por llevar una vida sustentable e intentar frenar o revertir, en la medida de lo posible, el daño ambiental que le hemos hecho al planeta, y con ello, a nosotros mismos.

En los años setenta, surgió un grupo de arquitectos que se asentaron en Nuevo México, Estados Unidos, con ideas y proyectos radicales en su momento, e inclusive radicales hasta hace un par de años. Llamados ‘Guerreros de la basura’, al darse cuenta de que estábamos, como humanidad, convirtiendo a nuestro planeta en un lugar inhabitable, admitieron que su carrera no estaba orientada en el sentido correcto. Empezaron entonces a hacer construcciones, primero para ellos mismos, a base de basura: botellas de vidrio, botellas de plástico, latas, llantas, etcétera. Se dieron cuenta que las llantas rellenas de tierra son un elemento extremadamente duradero y aislante (bueno para uso en temperaturas extremas); comenzaron a tomar en cuenta elementos como la orientación para utilizar el sol de una manera ventajosa; crearon sistemas simples de captación de agua pluvial; crearon sembradíos en sus patios traseros… De este modo, no utilizaban ningún servicio externo, ni luz, ni agua, ni gas; ni cuando las temperaturas bajaban hasta a -35º centígrados.

Es cierto, sus construcciones no eran las más pulcras, quizá más bien eran un revoltijo de elementos y residuos que se hubieran ido a nuestros mares o basureros municipales. Y sí, quizá estas construcciones no sustentarían nuestro modus vivendis actual, pero ellos formaron una comunidad en la que, regresando a los elementos más esenciales de la subsistencia humana, se sentían libres y dirigentes de sus propios destinos. Y entonces se difundió la idea de estas comunidades libres de la red eléctrica, entre otras cosas, y varios clientes quisieron replicar este estilo de vida; parece que después de todo sí tenemos llenadero los seres humanos, y una vez que una sociedad tan consumista como la norteamericana lo ha tenido y probado todo, prefiere regresar a la sencillez de la vida como érase una vez. Pero el gusto no duró mucho tiempo. Para inicios de los noventa, le quitaron la licencia a Michael Reynolds, arquitecto líder en estos proyectos, por construir en zonas sin servicios básicos ni carreteras, por construir en tierras comunales (sin un sólo dueño en la escritura como se acostumbra en aquel país), y por construir vivienda experimental de la que no se podía tener certeza si cumplía los estándares de seguridad y salubridad norteamericanos.

Y así, por intentar construir una alternativa sustentable, por no construir vivienda como se ha construido en Estados Unidos desde mediados del siglo veinte, se le dijo a este arquitecto que estaba violando la ley. Desesperanzado, y tratando de seguir las reglas del juego, se contrataron decenas de ingenieros geólogos y demás expertos para poder terminar en siete años sus proyectos y desarrollos en los que se gastó decenas de miles de dólares más de lo estimado. De este modo sintió perder la habilidad para experimentar, para construir sueños, para evolucionar… Pero llegó el momento en el que reflexionó que en Nuevo México se destruyeron miles de acres experimentando y probando bombas atómicas; y entonces se dijo, si se experimenta con bombas, si se experimenta con automóviles y aviones, por qué va a estar prohibida en Nuevo México la construcción de vivienda experimental. Por tanto, se dio a la tarea, desde el 2004, de intentar modificar las estrictas reglas de construcción y planeación de su estado. Se confrontó con la amarga diplomacia y pérdida de tiempo que se da en la arena política para remediar asuntos urgentes. Se le dijo que las compañías de servicios (i.e. electricidad) se sentirían amenazadas por su propuesta, que no hablara del cambio climático porque los republicanos no creían en esta teoría, que su propuesta no tenía el lenguaje adecuado…

Pero mientras perdía la esperanza en su propio país perteneciente al ‘primer mundo’, se cruzaron varios desastres naturales que le dieron fuerza para continuar luchando. En el 2004 un terremoto y tsunami devastó la Isla de Andamán, India, dejando con vida únicamente a siete mil de sus 35 mil habitantes; en el 2005, Katrina demolió una ciudad del país más poderoso del mundo; en el 2006 el Huracán Rita golpeó el Golfo de México… En todas estas situaciones, el albergue y la vivienda se convirtieron en uno de los asuntos imperantes a solucionar después de la catástrofe. Y así, Michael y su equipo viajaron a la isla Hindú, a Nueva Orleans y a Matamoros, México, a implementar en un par de semanas lo que no les estaba permitido construir en su propio hogar, aliviando con ello las carencias de cientos de personas. La historia para Michael termina bien, después de tanta lucha, su trabajo se vio recompensado y reconocido, pudo volver a aplicar el examen para obtener su licencia de arquitecto y de construcción, y en el 2007 se pasó una ley en Nuevo México que avalaba la construcción de vivienda experimental como la que Michael Reynolds y su equipo habían construido años atrás. A pesar del aparato político moroso (el cual se congratula de pasar una ley después de tres años considerándolo poco tiempo), y a pesar de necesitar comprobar su teoría después de dolorosos desastres naturales, parece que empezamos a prepararnos de manera consciente para el futuro. Esperemos que el sueño americano y global deje de ser el de la posesión desmedida de bienes materiales, y se convierta en el de supervivencia global y humana.

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