miércoles, 29 de junio de 2011

Confluencia e intercambio

Me llamaron la atención dos noticias similares en los últimos días. Dos zonas se han visto afectadas por exceso de movimiento, por decirlo así. Los centros de Xochimilco y Coyoacán. Desde un punto de vista urbano, las concentraciones de gente, actividades y servicios son positivas por muchas razones, aun cuando bien sabemos que en sitios como el Distrito Federal, el exceso de esta gente y bullicio puede ser un gran dolor de cabeza. Lo que resulta aún más extraño, es que uno de los más grandes señalamientos se fundamentan en el hecho de que esta confluencia de gente produce inseguridad. Esto es extraño porque comúnmente, en cualquier lugar del mundo, la concurrencia de personas y diversas actividades nos permite sentirnos más seguros (a menos que uno sea muy despistado y descuidado, lo cual atrae a los llamados carterazos). Podemos en ocasiones preferir privacidad y tranquilidad en espacios aislados, pero debemos admitir que al incrementar el número de personas y actividades, los lugares se dinamizan y se vuelven más productivos. Lo que sí es cierto, es que esta condición requiere de un gran soporte de infraestructura y una adecuada planeación, la mayoría de veces inexistente en nuestras urbes mexicanas.

Quién no prefiere vivir en un lugar donde sin recorrer una larga distancia pueda encontrar un mercado, una escuela, un teatro, un parque, un museo, un cine, un centro comercial, oportunidades laborales, etcétera. Esto es lo que necesita, sin duda, el Distrito Federal, zonas en las que TODOS los capitalinos puedan vivir y al mismo tiempo encontrar servicios, trabajos, entretenimiento y demás, sin tener que pasar horas en el coche. Sin embargo, estas confluencias nos molestan cuando sentimos que dañan nuestro nivel de vida (i.e. un antro ruidoso al lado de un conjunto departamental). Esto obviamente no es lo ideal. Pero si lo repensamos, igual no queremos bares al ladito de nuestra casa, pero el tenerlos a una distancia relativamente cercana no es del todo malo, porque una zona que muere o carece de actividad después de las diez de la noche puede llegar a hacernos sentir también muy inseguros, y entonces las zonas residenciales se convierten en lugares donde uno no puede caminar de noche y sólo se puede transportar en automóvil.

Pero entonces, el asunto es que un lugar como Xochimilco se siente invadido, y hasta siente que peligra su patrimonio, por el exceso de ambulantes, taxis, microbuses, etcétera, que producen basura y dañan la estructura urbana. Algo muy similar le sucede a Coyoacán, quien retiró a artistas urbanos y colectivos artísticos por sentir que provocaban asaltos y con el objetivo de guardar cierto orden (en lugar de tumultos y caos). Entonces, cada delegación hace lo suyo y lanza iniciativas y planes para reorientar los destinos de sus áreas a gobernar. La demarcación Xochimilco remodela vialidades (repavimentación) y fachadas en su centro histórico, cambia drenajes, reemplaza luminarias. Así, Manuel Gonzalez y Raúl Flores, hacen su trabajo, y es un buen comienzo, pero quizá insuficiente o desorientado en algunos aspectos. El querer evitar las aglomeraciones de gente en una ciudad como la capital de nuestro país para no dañar nuestra estructura urbana es una visión simplista. Somos muchos y llenar centros tan bellos como los de Coyoacán o Xochimilco debe verse como una acción positiva en la que se intercambian pensamientos y servicios.

Lo apropiado es que la estructura urbana sea lo suficientemente fuerte y apropiada para su uso pleno, por un lado, y por el otro, como sociedad tenemos que ubicar que para poder disfrutar de nuestros espacios públicos y abiertos debemos ser lo suficientemente responsables para cuidarlos y respetarlos (i.e. jamás tirando basura, entre otras acciones). Se puede argumentar, como lo hizo Raúl Flores, que Coyoacán es una zona residencial donde deben cumplirse las demandas vecinales. Sin embargo, debe entenderse que Coyoacán es un patrimonio que no sólo pertenece a sus habitantes residenciales, muchos de los cuales también buscan vivir cerca de su centro por su vitalidad característica, y que mutilarla sería un desacierto. Habiendo dicho esto, se entiende que se necesite o pretenda establecer cierto orden, reubicar, planear, etcétera. Ubicar, por ejemplo, que los espacios residenciales se encuentren a un par de cuadras de antros y bares. Sin embargo, la convergencia de decenas de miles de personas en espacios llenos de historia y cultura siempre debe verse como algo positivo, algo a fomentar, encausar y hacer posible.

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