lunes, 6 de junio de 2011

Juego de niños

Puede parecer juego de niños, sin embargo, incansablemente, la mayoría de los seres humanos que habitamos este planeta, admitimos que los niños son el futuro de la humanidad y que lo mejor es brindarles las mejores herramientas y la mejor educación posible para evitar o enmendar los múltiples errores que nos aquejan hoy en día. Por lo mismo, se me hizo interesante el estudiar los planteamientos del libro Asphalt to Ecosystems: Design Ideas for Schoolyard Transformation (Del asfalto al ecosistema: Ideas de diseño para la transformación de un patio escolar), de una planeadora ambiental (más que paisajista), Sharon Danks, que en Berkeley y San Francisco, California, así como en el resto del área de la bahía, se ha dedicado a diseñar, innovar y desarrollar espacios de juego y esparcimiento para niños en escuelas y demás patios o parques infantiles. Obviamente las posibilidades de inversión para optimizar estos espacios y convertirlos en zonas saludables de entretenimiento y aprendizaje cambian de país a país y de una comunidad a otra. Sin embargo, no cabe duda que con el mismo presupuesto, nuestra inventiva debería producir más frutos que zonas abiertas de concreto con una portería o un aro de basquetbol.

Para nadie es una novedad que los tiempos y costumbres han cambiado, que nuestros padres o abuelos tenían juegos a todas luces más creativos que los nuestros y que estos no los orillaban a pasar el noventa por ciento de su tiempo adentro de la casa enfrente a alguna pantalla, llámese televisión, computadora o videojuego. El fomentar en escuelas y actividades infantiles los deportes es sin duda un buen comienzo, sin embargo, este esfuerzo es también insuficiente y limitado. De las primeras cosas que se nos podrían ocurrir, es cambiar el frecuente aspecto gris de nuestras canchas deportivas y ponerles un poco de color y naturaleza. Imaginen árboles, plantas, flores, pasto o hasta un laguito y el sin número de juegos que con estos elementos podrían inventar niños de cinco años. Imaginen la cantidad de fauna (i.e. mariposas o pájaros) que serían atraídos por un poco de vegetación y que terminarían de crear un espacio de exploración, aventura, entretenimiento y aprendizaje. Imaginen también, un laboratorio natural de experimentos y demostraciones de cómo funcionan distintos ecosistemas, y sólo a unos cuantos pasos del salón de clase (sin necesidad de gasto o podas excesivas, sino lo más natural y boscoso posible). Es importante reconocer que en una cultura en la que ya no se camina a ningún lado, los patios escolares son muchas veces la única oportunidad que los niños tienen para relacionarse con un entorno exterior que puede ser increíblemente emocionante o extremadamente rutinario.

Por qué no entonces involucrar a los mismos niños o padres de familia; no me cabe duda que los alumnos presentarían las ideas más creativas para mejorar de una manera sencilla y económica su escuela (y los padres tendrán que alejarse del miedo a que sus niños se ensucien o realicen actividades “peligrosas” = no sedentarias). Por qué no incluir también en el programa escolar un poco de agricultura o reciclaje; actividades que formen a futuros ciudadanos conscientes, sensibles e interesados en su medio ambiente. Por el momento esto sería algo que virtualmente cualquier institución educativa con un poco de iniciativa y determinación podría hacer (con vegetación y materiales locales y económicos) y que marcaría una gran diferencia en la educación y formación de futuras generaciones. Cada vez más, en países europeos y desarrollados, se integran, por ejemplo, pequeñas granjas en escuelas, aunque nos pueda parecer anticuado y fútil si queremos que nuestros hijos sean ejecutivos siempre trajeados. Y en la medida de lo posible, por qué no incentivar a que en donde exista el presupuesto y los recursos, se instalen también sistemas de energía renovable (i.e. paneles solares o tratamientos de aguas residuales), con lo que los alumnos puedan ver y experimentar de primera mano las tecnologías necesarias para nuestro presente y futuro desarrollo sostenible. No cabe duda que acciones como estas fomentarán el aprendizaje empírico, en lugar de únicamente teórico, la reconexión que tanto nos urge con nuestra naturaleza y hasta diversión.

No se puede más que fomentar que la juventud vuelva a llenarse de curiosidad y de asombro que la lleve a la necesidad de explorar y encontrar por si misma el camino al conocimiento de una manera compleja y no simplista con respuestas a medias brindadas con el sólo presionar de un botón. Aun para los amantes de lo urbano, no cabe duda que nos urge un retorno a lo rural; a la agricultura local, a no ignorar de dónde provienen nuestros alimentos, a los paisajes verdes y sustentables, y a la creación de ambientes o ecosistemas que nos brinden un poco de paz, salud y tranquilidad. Y qué mejor lugar para empezar que los lugares donde se forman los nuevos habitantes de este mundo. Así, con ayuda profesional, la creatividad de una comunidad escolar, sus capacidades y recursos, se pueden crear patios escolares ecológicos que respondan a las características y necesidades de cada locación. Esto pondría un excelente ejemplo de desarrollo, planeación y neo-urbanismo rural que podría ser replicable a más grande escala y ambición, generando así un mejor y más saludable estilo de vida para todos.

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