lunes, 13 de diciembre de 2010

Planeta o Muerte

Poca gente realmente visualiza a los recientes Acuerdos de Cancún como se les aclamó al concluir la cumbre COP16, como responsables, solidarios y comprometidos con una nueva era de cooperación internacional en combate contra el cambio climático. Dicha reunión culminó, como es de costumbre, de manera diplomática, con aplausos, reconocimientos y alabanzas mutuas y prisa e indiferencia por dar por terminado y aprobar un documento que hiciera creer al mundo que un consenso se había logrado. Con la promesa de negociar y mejorar dicho texto en el futuro cercano se adoptó el paquete y se puso fin a Cancún. Sin embargo, no pudo faltar el solitario negrito en el arroz.

Desafortunadamente, sin el apoyo de países como Cuba y Venezuela, de quien se hubiera esperado solidaridad y respaldo en dichos debates, Bolivia fue la única nación que vociferó su desacuerdo hacia textos altamente carentes ya que sólo posponen sin fecha límite la discusión del Protocolo de Kioto, abren las puertas para un régimen más flexible, proponen solamente medidas voluntarias y no definen un sistema para que se cumpla una meta de reducción de emisiones. Evo Morales, presidente de Bolivia, condenó acciones como la de ceder al Banco Mundial el control del Fondo Verde y responsabilizó al capitalismo del calentamiento global.

Del BM, dijo que presta dinero para matar y arrasar con los recursos naturales. Por tanto, propuso la creación de un Banco del Sur, que agrupe a los países menos desarrollados del mundo y que brinde dinero para lograr un desarrollo sustentable y justicia social alrededor del planeta. También advocó por un “nuevo socialismo” que se responsabilice por los derechos de la naturaleza que debieran tener la misma importancia que los derechos humanos ya que al provocar ecocidios, los genocidios serán inevitables. Finalmente señaló que a puerta cerrada en reuniones como la recién celebrada en Cancún se imponen medidas que no expresan el sentimiento de los pueblos y que los gobiernos democráticamente electos tienen la obligación de escuchar las peticiones y demandas de la gente.

Sólo así hubiera podido Cancún hacer historia y dar esperanza al mundo, sin embargo, prevaleció un acuerdo que puede llegar a ser más negativo que no haber acordado nada en absoluto. Dentro de los magros logros, se creó El Fondo Verde, de cien millones de dólares para países en desarrollo. Sin embargo, la realidad es que ésta es más bien solamente una idea ya que no se definió de dónde provendrán los recursos; aparte, tampoco se fijaron metas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero ni los compromisos para mitigar el cambio climático. Lo único establecido hasta el momento, es la intervención y presencia del Banco Mundial en dicho fondo, institución que seguramente moldeará el plan a su antojo.

Es ambiguo el rango de reducción de emisiones que se promete (entre veinticinco y cuarenta por ciento, dependiendo de las metas nacionales fijadas por cada nación), como son generalmente ambiguas las soluciones que se han negociado y dado a muchas otras sugerencias de la comunidad científica en esta y otras tantas cumbres. Es por tal razón que la Unión Europea desde un principio declaró su escepticismo en cuanto a los logros que se obtendrían en Cancún debido a que no todos los países están listos para llegar a acuerdos. La relación entre China y Estados Unidos es un gran ejemplo, ya que son los más grandes emisores de gases de efecto invernaderos y sus resoluciones para afrontar dicha problemática han sido históricamente irrisorias, siempre reusándose el uno si el otro no toma las medidas primero y viceversa.

Un paquete equilibrado tendría que incluir metas claras y específicas de mitigación, reducción de emisiones, transparencia, monitoreo y reportes, entre otras medidas. Desgraciadamente, se pasó de la negociación internacional a todas luces interesada en el lucro sin consideración de los problemas que enfrenta la humanidad en materia de sustentabilidad, a la indiferencia y mediocridad descarada en reuniones que han dejado de tener el más absoluto sentido y utilidad, más allá de quizá la protesta que surge en contra de ellas y la conciencia social a raíz de ellas. Aún más indignante es también el hecho de que se pretenda vanagloriar los supuestos esfuerzos y frutos en Cancún obtenidos. No extraña ya del gobierno mexicano su actitud, pero entristece enormemente la falta de unidad de Latino América y demás países en vías de desarrollo, cuyas tierras y gente han sufrido por décadas dicha irresponsabilidad ambiental. Duele que no se vea más allá de la ganancia y la utilidad de algunos pocos, el bienestar de todo un planeta.

martes, 7 de diciembre de 2010

Casa Centla

“Desalojarán a 15 mil por crecida”, “Alertan por lluvias intensas en zonas afectadas de Tabasco”, “Lluvias y desfogues agravan emergencia”, “Horas críticas por desfogue de presas”… Leemos los mismos encabezados cada año sin que nuestros gobiernos locales y federal hagan nada por resolver y prevenir dichas situaciones; su escasa voluntad e inmensa burocracia han sumido en estado de emergencia a millones de mexicanos a lo largo y ancho del país por décadas. Lo más frustrante, es cuando profesionistas independientes e incluso empresas privadas, muestran más interés y apoyo en proyectos sustentables que tienen el potencial de aliviar dichas situaciones, que el estado mexicano, quien debiera ser el responsable de dicho desarrollo.

Tal es el caso del proyecto Casa Centla, solución de vivienda para zonas con alto riesgo de inundación, diseñado por el Arquitecto Alejandro Rivadeneyra y ganador del Premio Nacional de Vivienda 2008 y del Premio Obras Cemex. El primer galardón fue entregado con gran pompa y circunstancia, como es de costumbre, por el Gobierno Federal y, también como de costumbre, dos años de inundaciones después, de las veintiséis moradas que se prometió construir en el municipio tabasqueño, no se ha otorgado presupuesto ni a nivel local ni federal para siquiera comenzar este proyecto micro urbano, ni con un proyecto regalado y sustentable, ni por más impulso que el prestigiado arquitecto ha intentado darle. Únicamente, gracias a la ayuda de voluntarios foráneos y nativos, y escaso apoyo del estado de Yucatán, en el Municipio de Tzucacab, se logró construir una de estas viviendas.

Antes CEMEX, empresa reconocidamente avariciosa, se comprometió con Rivadeneyra a financiar la construcción de diez hogares prototipo, una bicoca quizá, pero por algo se empieza. A tal propuesta, Rivadeneyra pidió se financiara sólo el cemento de los proyectos para poder edificar muchísimas viviendas más y en espera de que el gobierno multiplicara dicha oferta en Centla y varios sitios más del país. Sin embargo, como es de esperarse, esto no ha ocurrido y por tanto tendrá que dependerse de la buena voluntad y el arduo trabajo de los habitantes de dicha localidad para poder hacer este proyecto realidad.

La tarea se torna menos ardua gracias al esquema eficiente y económico de Rivadeneyra Arquitectos, así como su diseño basado en tipologías y sistemas constructivos tradicionales y locales. Esta iniciativa, lanzada desde el 2007 por Habitat for Humanity, tomó como base para su diseño aspectos como clima, características de suelo, sistemas constructivos de viviendas existentes, cultura local, costumbres, etc., para lograr una vivienda óptima, sustentable y confortable. Se plantean en su construcción tecnologías simples como es la filtración de aguas grises para reutilizar hasta un setenta por ciento del agua que ingresa al filtro en riego por ejemplo, ventilación natural, letrinas secas y ecológicas para utilizar desechos como abono orgánico de manera limpia y eficaz, y almacenamiento de agua, entre otras.

Como puede percibirse, se pensó en todos los puntos necesarios para aprovechar al máximo los recursos naturales e incrementar el nivel de vida de las personas que podrían habitar estos hogares. Con la difusión de dicho proyecto tendría que crearse también una conciencia de la importancia y atención que debiera dársele a tales iniciativas tanto en la comunidad arquitectónica como en el público en general. No puede soportarse que estos proyectos se queden en el aire y en el alardeo momentáneo de autoridades gubernamentales por pretender apoyar dichas iniciativas. Mientras tanto, tendrá que confiarse en que las mentes brillantes y creativas podrán innovar y el trabajo arduo de los mexicanos podrá edificar cincuenta casas con el presupuesto de diez para lograr una entidad digna que pueda desenvolverse saludable y despreocupadamente sin tener que abandonar sus hogares y mendigar asilo en ciudades que no tienen ya cabida para ellos.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Hacía un país fantasma

La creación de ‘pueblos fantasmas’ en nuestro país no es nueva; lamentablemente, desde hace muchos años han habido circunstancias que provocan dichos comportamientos que erosionan y lastiman profundamente a nuestras ciudades y a sus sociedades. En las últimas décadas se fueron quedando desiertas diversas municipalidades y localidades de nuestro país o permaneciendo pobladas solamente por ancianos, mujeres y niños en la espera de una promesa que la mayoría de las veces no se cumpliría y familiares que jamás regresarían. La continua falta de oportunidades ha expulsado a nuestros conciudadanos por lustros y ahora, aunada a ella, es la violencia extrema y lacerante la que ha vuelto inhabitables varios puntos de nuestra república mexicana.

De este modo, principalmente en la frontera norte de nuestro país, poblados de estados como Baja California Norte, Chihuahua, Coahuila, Sonora y Tamaulipas se han quedado desolados. El caso quizá más evidente y conocido es el de Ciudad Mier, Tamaulipas, pero del mismo modo Camargo, Guerrero, Miguel Alemán y Díaz Ordaz, en el mismo estado, presentan éxodos de centenares de familias que teniendo que dejar atrás su patrimonio y vida, han tenido que huir para convertirse en refugiados de guerra. Poblados pequeños han dejado completamente de existir y quizá por eso llaman más la atención, sin embargo, ciudades como Juárez o Tijuana han venido presentando los mismos síntomas que afectan a todos los sectores y clases sociales, así como a la inversión privada y desarrollo del país.

Cómo soportar durante meses narco-impuestos y el secuestro de calles y hogares. Cómo dormir bajo el ruido de fuego y balaceras. Cómo coexistir después del abandono de un gobierno local que huye antes de enfrentar sus responsabilidades, o tras la ceguera de un gobierno federal que emprendió una guerra que victimiza a todos los mexicanos mucho más de lo que los protege. Cómo sobrevivir en medio de una guerra entre cárteles ahora dueños de gran parte del país. Cómo no pensar en los muertos, levantados y desaparecidos. Cómo acostumbrarse a padecer maltrato e impunidad. Cómo vivir sin derechos humanos; cómo entre el miedo, la incertidumbre y la zozobra. Cómo, después de haberlo perdido todo. Cómo no dolerse tras el desplazamiento de conciudadanos. Cómo soportar y escuchar las palabras ‘Vamos ganando’.

Por qué no acaba de comprenderse que la violencia no se combate con más violencia; por qué no se lucha contra el analfabetismo, el desempleo, el hambre, la miseria… La expansión del fenómeno que presenciamos de ‘ciudades fantasmas’ es uno de los muchos resultados que han surgido a causa de la llamada ‘guerra contra el narcotráfico’, la cual se ha financiado con una cantidad enorme de recursos mientras se mira con apatía la gran falta de cobertura por parte del gobierno mexicano en asuntos como lo son educación, salud, vivienda, economía, cultura y deporte, entre tantos otros. No puede más que reconocerse que esta gran y alarmante falta de desarrollo en temas centrales para cualquier nación, está resultando en que la única opción viable para gran parte de los mexicanos se convierta en laborar en actividades ilícitas, lo cual genera un enorme quebranto en nuestra estructura social y por tanto una ola de violencia imparable e inconmensurable.

Dicha violencia, al llegar al punto de orillar a un número importante de mexicanos a abandonar sus hogares, posesiones y sentidos de pertenencia para intentar aferrarse a sus vidas, debe frenarse. No puede entenderse que no se analice el detrimento a futuro de dichos acontecimientos en términos sociales al agravar la falta de desarrollo y crecimiento económico ya de por sí deficiente gracias a la mínima capacidad adquisitiva que tiene el grueso de la población mexicana. Después de tantos años, cómo puede no reconocerse el trauma que representan estos éxodos que desaparecen de un día para otro ciudades enteras, o al menos las quebrantan de manera importante y muchas veces irreparable. Creo que es sencillo imaginar cómo dañará al país que estos patrones ocurran cada vez con más frecuencia.

martes, 23 de noviembre de 2010

Por la ciudad que queremos

¿Qué deben hacer las ciudades del mundo, con su gran tamaño e impacto ambiental, para lograr que en sus urbes exista equidad, sustentabilidad, movilidad adecuada, tecnología suficiente y buena convivencia urbana, entre otros temas? Aun cuando debe esperarse a medir el cumplimiento y los resultados, es esperanzador que estos asuntos formen parte de un diálogo internacional, y hayan sido el enfoque central del Encuentro de Ciudades Progresistas que se dio dentro de la Cumbre Mundial de Líderes Locales y Regionales 2010 en la Ciudad de México, evento del cual surgió la firma del primer pacto entre ciudades para luchar contra el cambio climático, “El Pacto de la Ciudad de México”. A pesar de las muchas críticas formuladas por aquellos que sostienen con vehemencia que el Distrito Federal está lejos de ser una localidad progresista, no cabe duda que ha sido morada de movimientos y eventos con tal cualidad, y éste no fue la excepción.

Uno de los argumentos centrales con los que se inició esta Cumbre, fue la opinión y declaración de varios alcaldes del mundo acerca del sistema neoliberal, el cual, se afirmó, ha generado pobreza, desigualdad y violencia alrededor del mundo. Más aparte, del sistema capitalista, centrado en lo económico sin ocuparse de lo social, se han derivado crisis no sólo económicas y altamente dañinas para los pobladores del mundo, sino también crisis sociales y ambientales desde hace varios años. Por tanto, se concluyó que no puede dejarse al poder económico de bancos y países adinerados la decisión de cómo tratar estos temas. Por el contrario, deben buscarse nuevos modelos que garanticen una mejor distribución de la riqueza a nivel local y global, lo cual no tiene por que excluir la creación de economías altamente competitivas pero sí asegurar la creación de sociedades más justas, igualitarias y solidarias donde la riqueza no se concentre en pequeños grupos económicos, dejando así una gran masa de pobreza.

En términos específicos de nuestro país, Marcelo Ebrard, como Jefe de Gobierno de la capital, tampoco dejó de hacer notar su opinión al respecto de varios temas; como acerca de la agenda conservadora que ha llevado México como nación en las últimas décadas. Dicha agenda, siguiendo al modelo norteamericano, se ha inclinado hacia la tendencia ideológica de reducir el papel del Estado, privándolo así de participar en temas de equidad o desigualdad social. Del mismo modo ha encaminado realidades como la de que el diez por ciento de la población concentre cuarenta por ciento de la riqueza nacional, y aunado a eso, que la contribución de este reducido grupo en términos fiscales no rebase ni siquiera seis puntos del PIB.

Por consiguiente, se declaró una lista de prioridades para empoderar a los gobiernos locales y hacer reconocer su rol fundamental para alcanzar un desarrollo sostenible, ya que estos son los que lidian de manera más directa con las problemáticas y demandas de los ciudadanos. Se demanda, en primer lugar, la creación de un fondo mundial para el desarrollo de las ciudades, ya que los créditos mundiales siempre son dirigidos a países y ciertas ciudades encuentran gran dificultad para acceder a estos recursos (el caso de los recortes presupuestales por parte del Gobierno Federal hacia el Gobierno del Distrito Federal y diversas instituciones localizadas en la capital es un claro ejemplo de ello, y de la pugna política pesando más que el beneficio de la sociedad).

Otro de los argumentos específicos y esenciales, provenientes del gobierno de la Ciudad de México en esta cumbre, fue la importancia de invertir en infraestructura y educación en los estados con mayor rezago que se convierten en expulsores de población hacia entidades con mayor desarrollo. Sin irse muy lejos se encuentra el caso del Estado de México, que da cabida habitacional a un número significativo de personas a las cuales el Distrito Federal, desde hace muchos años, brinda educación, trabajo e incluso servicios de salud, volviendo así los recursos del DF insuficientes, así como este hecho contribuye con la congestión vial y contaminación de la capital. Del mismo modo se han producido éxodos históricos de regiones rurales a lo largo y ancho del país por falta de oportunidades y pobreza en el campo, y ahora inclusive a causa de la violencia e inseguridad que reina en la mayor parte de nuestro país. Dicha violencia, fue la conclusión de los alcaldes reunidos, no desaparecerá con más violencia, sino con una política pública y social completa que cubra las demandas de los sectores más vulnerables de la sociedad en materia de derechos humanos, educación, empleo, cultura, salud, deporte, etc. Estos asuntos deben convertirse en elementos fundamentales de todas las estrategias a desarrollar.

En términos concretos, los alcaldes de las más de cien ciudades que acudieron al encuentro, hicieron varios compromisos, todos centrados inicialmente en reducir su impacto ambiental y mejorar la calidad de vida local y globalmente. Estos compromisos conllevan la reducción significativa de la huella de carbono; la reducción de emisión de gases de efecto invernadero promoviendo políticas públicas, legislaciones y campañas ciudadanas del tamaño que sus recursos y capacidades lo permitan; el registro de sus compromisos y desempeños; el impulso y desarrollo de financiamiento para las acciones de mitigación y adaptación antes nombradas, buscando el apoyo de gobiernos nacionales y organismos multilaterales; la inclusión de la sociedad en la lucha contra el cambio climático; y finalmente la promoción de alianzas y colaboración entre ciudades, así como la trasmisión del mensaje del “Pacto de la Ciudad de México” para incitar e invitar a dirigentes de otros gobiernos a unirse a estas acciones.

Por tal evento ha habido muchas declaraciones, entre ellas críticas pero también la adición de temas centrales a discutir y tomar en cuenta, muchos de los cuales deberán analizarse y resolverse para cumplir los compromisos antes mencionados. Entre estos asuntos se encuentra el manejo del agua, el impulso y desarrollo de energías limpias, el uso de vehículos no contaminantes (como los cien taxis eléctricos que ahora circulan en la Ciudad de México), obras de saneamiento y prevención de desastres, reforestación, restructuración del trasporte público a uno eficiente que reduzca el uso del automóvil y permita a los usuarios recorrer distancias a mayor velocidad, creación de zonas de uso mixto para reducir los viajes realizados por persona, etc.

Será la importancia que se le dé a estos temas, la que realmente legitimará los esfuerzos realizados por el gobierno capitalino en esta cumbre. Por un lado podrán premiarse los visibles esfuerzos realizados entorno a brindar mejores y más variadas opciones de transporte público. Sin embargo, sigue siendo poco claro qué tipo de ciudad se está planeando re-edificar en el Distrito Federal por parte de su gobierno; si una que intenta modernizarse y adecuarse a las demandas de hoy en día, con un énfasis en el transporte público limpio y eficiente, que sitúe primero las demandas del peatón y promueva la creación y mantenimiento de espacios verdes y públicos; o seguirá siendo una capital que anteponga ante todo el uso del automóvil con proyectos como el de la Supervía Poniente hasta que no nos quede en esta gran ciudad un solo espacio para caminar o respirar. Esta es una pregunta que tanto gobiernos como habitantes de esta ciudad deben hacerse de inmediato: ¿Qué clase de ciudad queremos?

martes, 16 de noviembre de 2010

Templos modernos

A falta de suficiente espacio público en nuestras ciudades mexicanas y de la inseguridad que reina cada vez más en nuestras calles, los mexicanos hemos tenido que optar por sitios pertenecientes al sector privado para congregarnos y ocupar espacios de esparcimiento a todas luces deficientes e insuficientes. Hace años, la compra y el consumismo conformaban sólo una pequeña parte de nuestras actividades recreativas; se compraba en las calles como aún se hace hasta cierta medida en algunos centros de nuestras ciudades, en mercados populares como la Merced, o en colonias donde habita gente con muchos recursos económicos como la Condesa y Polanco en el Distrito Federal. Sin embargo, en las periferias como lo son Satélite o Villa Coapa en el norte y sur de la capital, el comercio se concentra en puntos específicos y los habitantes de estas zonas encuentran como su única opción de reunión a los malls. Por otro lado, el modelo urbano-peatonal de Coyoacán o San Ángel se considera antiguo e insuficiente para nuestros tiempos modernos y así se considera que los centros comerciales llenan un vacío a falta de espacios públicos y plurales en nuestros alrededores.

Cómo comparar a la calle y a los espacios abiertos con centros comerciales que cuentan con control climático, estacionamiento, y escaleras eléctricas, llega a ser el argumento de desarrolladores y arquitectos. Se argumenta que los malls son espacios que promueven la convivencia social y que así sean centros de comercio popular para los barrios pobres o centros donde se ofrecen artículos más elitistas, todos pueden acudir a ellos. ¿Será verdad dicha aseveración? ¿Será esta tipología urbana, altamente controlada y acotada y netamente heredada por los estadounidenses, tan exitosa y saludable a nivel social? Y lo que es más importante, será suficiente para suplantar al espacio público y recreacional de los mexicanos. Cómo suplantar parques y plazas públicas donde no sólo se consume si no se promueven actividades físicas y culturales. ¿Son realmente accesibles los productos de los malls para el grueso de los mexicanos, y es cierto que todos podemos entrar a estos espacios privados sin correr el riesgo de sufrir discriminación o maltrato?

Es bien sabido que la clase alta se incomoda por la popularización de sus centros comerciales y por aquellos que sólo pasean en los malls sin comprar nada. Este sector de la población busca espacios inmunizados frente a la realidad exterior de sus ciudades. Y es entonces cuando el que quiere pasear pero no puede comprar una hamburguesa de 150 pesos se verá juzgado y hostigado por la seguridad del lugar que lo cuestionará acerca de sus motivos por estar ahí. Hay que preservar la seguridad ante todo, porque si tu aspecto no es el adecuado, entonces no podrás siquiera darte el lujo de pasear por el mall, comprar un helado, probarte un vestido sin comprarlo, o sentarte a platicar por largas horas en una banquita. Aun cuando las reglas no se quebranten frecuentemente en ciertos centros comerciales la vigilancia debe ser meticulosa, ya que demasiada convivencia entre millonarios y obreros puede ser altamente peligrosa. No puede negarse que la exclusión termina por aflorar en estos ambientes.

No obstante, los malls son claramente y desde hace tiempo un fenómeno mundial y no exclusivo de nuestra sociedad mexicana, pertenecientes a una arquitectura y diseño urbano internacional, olvidando cualquier factor regional que podría ser fundamental para su ideal planeación y construcción. Más aparte, y sobre todo en países como el nuestro, han promovido la sub-urbanización, el uso excesivo del automóvil y el abandono de las calles, creando así también un círculo vicioso en el cual los pocos espacios públicos, ahora vacíos, se perciben como hostiles e inseguros. Pero por qué es el tercer mundo, particularmente Asia, Medio Oriente, y obviamente América Latina, el que ha adaptado con más fervor este modelo norteamericano. Por qué se han convertido en los sitios principales para pasar nuestro tiempo libre e intentar llevar una vida colectiva. Por qué preferimos ir de shopping a ir a un parque o al teatro, o incluso hasta un juego de futbol o un concierto. La respuesta obvia oscila entre la inseguridad de nuestras calles, la falta de espacio público y el magnífico trabajo mercadotécnico de los empresarios que le apostaron enérgicamente al consumo enfurecido al fundar estos establecimientos lucrativos.

La combinación fatal de nuestros gobernantes y clase empresarial una vez más nos mutila en cuestión de identidad, cultura y futuro. Nos priva de lo necesario para crear una sociedad sana e integral y orilla a la mayoría de los mexicanos a rebautizarse bajo la religión del consumo. Sin embargo, siguen existiendo los mexicanos que prefieren una noche de concierto en el Zócalo o de baile de danzón en la Alameda, la compra de arte y artesanía en Coyoacán o San Ángel, una feria del libro, una tarde de teatro, un paseo por el mercado, una cascarita de futbol…apoco no se antoja todo esto mucho más que un día entero en un centro comercial atiborrado por las ventas pre-navideñas.