martes, 23 de noviembre de 2010

Por la ciudad que queremos

¿Qué deben hacer las ciudades del mundo, con su gran tamaño e impacto ambiental, para lograr que en sus urbes exista equidad, sustentabilidad, movilidad adecuada, tecnología suficiente y buena convivencia urbana, entre otros temas? Aun cuando debe esperarse a medir el cumplimiento y los resultados, es esperanzador que estos asuntos formen parte de un diálogo internacional, y hayan sido el enfoque central del Encuentro de Ciudades Progresistas que se dio dentro de la Cumbre Mundial de Líderes Locales y Regionales 2010 en la Ciudad de México, evento del cual surgió la firma del primer pacto entre ciudades para luchar contra el cambio climático, “El Pacto de la Ciudad de México”. A pesar de las muchas críticas formuladas por aquellos que sostienen con vehemencia que el Distrito Federal está lejos de ser una localidad progresista, no cabe duda que ha sido morada de movimientos y eventos con tal cualidad, y éste no fue la excepción.

Uno de los argumentos centrales con los que se inició esta Cumbre, fue la opinión y declaración de varios alcaldes del mundo acerca del sistema neoliberal, el cual, se afirmó, ha generado pobreza, desigualdad y violencia alrededor del mundo. Más aparte, del sistema capitalista, centrado en lo económico sin ocuparse de lo social, se han derivado crisis no sólo económicas y altamente dañinas para los pobladores del mundo, sino también crisis sociales y ambientales desde hace varios años. Por tanto, se concluyó que no puede dejarse al poder económico de bancos y países adinerados la decisión de cómo tratar estos temas. Por el contrario, deben buscarse nuevos modelos que garanticen una mejor distribución de la riqueza a nivel local y global, lo cual no tiene por que excluir la creación de economías altamente competitivas pero sí asegurar la creación de sociedades más justas, igualitarias y solidarias donde la riqueza no se concentre en pequeños grupos económicos, dejando así una gran masa de pobreza.

En términos específicos de nuestro país, Marcelo Ebrard, como Jefe de Gobierno de la capital, tampoco dejó de hacer notar su opinión al respecto de varios temas; como acerca de la agenda conservadora que ha llevado México como nación en las últimas décadas. Dicha agenda, siguiendo al modelo norteamericano, se ha inclinado hacia la tendencia ideológica de reducir el papel del Estado, privándolo así de participar en temas de equidad o desigualdad social. Del mismo modo ha encaminado realidades como la de que el diez por ciento de la población concentre cuarenta por ciento de la riqueza nacional, y aunado a eso, que la contribución de este reducido grupo en términos fiscales no rebase ni siquiera seis puntos del PIB.

Por consiguiente, se declaró una lista de prioridades para empoderar a los gobiernos locales y hacer reconocer su rol fundamental para alcanzar un desarrollo sostenible, ya que estos son los que lidian de manera más directa con las problemáticas y demandas de los ciudadanos. Se demanda, en primer lugar, la creación de un fondo mundial para el desarrollo de las ciudades, ya que los créditos mundiales siempre son dirigidos a países y ciertas ciudades encuentran gran dificultad para acceder a estos recursos (el caso de los recortes presupuestales por parte del Gobierno Federal hacia el Gobierno del Distrito Federal y diversas instituciones localizadas en la capital es un claro ejemplo de ello, y de la pugna política pesando más que el beneficio de la sociedad).

Otro de los argumentos específicos y esenciales, provenientes del gobierno de la Ciudad de México en esta cumbre, fue la importancia de invertir en infraestructura y educación en los estados con mayor rezago que se convierten en expulsores de población hacia entidades con mayor desarrollo. Sin irse muy lejos se encuentra el caso del Estado de México, que da cabida habitacional a un número significativo de personas a las cuales el Distrito Federal, desde hace muchos años, brinda educación, trabajo e incluso servicios de salud, volviendo así los recursos del DF insuficientes, así como este hecho contribuye con la congestión vial y contaminación de la capital. Del mismo modo se han producido éxodos históricos de regiones rurales a lo largo y ancho del país por falta de oportunidades y pobreza en el campo, y ahora inclusive a causa de la violencia e inseguridad que reina en la mayor parte de nuestro país. Dicha violencia, fue la conclusión de los alcaldes reunidos, no desaparecerá con más violencia, sino con una política pública y social completa que cubra las demandas de los sectores más vulnerables de la sociedad en materia de derechos humanos, educación, empleo, cultura, salud, deporte, etc. Estos asuntos deben convertirse en elementos fundamentales de todas las estrategias a desarrollar.

En términos concretos, los alcaldes de las más de cien ciudades que acudieron al encuentro, hicieron varios compromisos, todos centrados inicialmente en reducir su impacto ambiental y mejorar la calidad de vida local y globalmente. Estos compromisos conllevan la reducción significativa de la huella de carbono; la reducción de emisión de gases de efecto invernadero promoviendo políticas públicas, legislaciones y campañas ciudadanas del tamaño que sus recursos y capacidades lo permitan; el registro de sus compromisos y desempeños; el impulso y desarrollo de financiamiento para las acciones de mitigación y adaptación antes nombradas, buscando el apoyo de gobiernos nacionales y organismos multilaterales; la inclusión de la sociedad en la lucha contra el cambio climático; y finalmente la promoción de alianzas y colaboración entre ciudades, así como la trasmisión del mensaje del “Pacto de la Ciudad de México” para incitar e invitar a dirigentes de otros gobiernos a unirse a estas acciones.

Por tal evento ha habido muchas declaraciones, entre ellas críticas pero también la adición de temas centrales a discutir y tomar en cuenta, muchos de los cuales deberán analizarse y resolverse para cumplir los compromisos antes mencionados. Entre estos asuntos se encuentra el manejo del agua, el impulso y desarrollo de energías limpias, el uso de vehículos no contaminantes (como los cien taxis eléctricos que ahora circulan en la Ciudad de México), obras de saneamiento y prevención de desastres, reforestación, restructuración del trasporte público a uno eficiente que reduzca el uso del automóvil y permita a los usuarios recorrer distancias a mayor velocidad, creación de zonas de uso mixto para reducir los viajes realizados por persona, etc.

Será la importancia que se le dé a estos temas, la que realmente legitimará los esfuerzos realizados por el gobierno capitalino en esta cumbre. Por un lado podrán premiarse los visibles esfuerzos realizados entorno a brindar mejores y más variadas opciones de transporte público. Sin embargo, sigue siendo poco claro qué tipo de ciudad se está planeando re-edificar en el Distrito Federal por parte de su gobierno; si una que intenta modernizarse y adecuarse a las demandas de hoy en día, con un énfasis en el transporte público limpio y eficiente, que sitúe primero las demandas del peatón y promueva la creación y mantenimiento de espacios verdes y públicos; o seguirá siendo una capital que anteponga ante todo el uso del automóvil con proyectos como el de la Supervía Poniente hasta que no nos quede en esta gran ciudad un solo espacio para caminar o respirar. Esta es una pregunta que tanto gobiernos como habitantes de esta ciudad deben hacerse de inmediato: ¿Qué clase de ciudad queremos?

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