jueves, 26 de mayo de 2011

¿Trabajo o sentencia de muerte?

Una vez más se nos llenan de lágrimas los ojos y de rabia las entrañas al solidarizarnos con el dolor de los familiares de los mineros muertos y sepultados en la mina de carbón de Sabinas, Coahuila. Sin medidas de prevención, con contrataciones de menores, sin seguro social, con pésimas condiciones laborales, sin seguridad, etcétera, nuestras autoridades siguen solapando condiciones ínfimas de trabajo para el enriquecimiento inmoral de algunos cuantos. Dicha situación nos obliga, desafortunadamente, a vaticinar más muertes de trabajadores en yacimientos mineros mientras nadie tome responsabilidad del asunto, llámese empresarios, secretaría del Trabajo o Economía o gobiernos locales y federales. Lo más triste es que probablemente nadie salga sancionado por estos actos prácticamente criminales; ni la minera Beneficios Internacionales del Norte (Binsa), ni sus dueños, ni nuestras autoridades. Una vez más con un nudo en la garganta recordamos Pasta de Conchos, una vez más nos damos cuenta de la inhumana explotación en la que viven muchísimos mexicanos y de la gran ineptitud e inmoralidad de gran parte de nuestra clase empresarial y de nuestros gobernantes.

Se nos presenta una vez más, una realidad de completa inequidad e injusticia en nuestro país. Algunos de nuestros conciudadanos se vieron con la extrema necesidad de obtener un trabajo, sin importar sus condiciones, si era a destajo, sin importar si el que tiene que trabajar es un niño, sin importar si con dicho trabajo arriesgaban su vida, sabiendo que si algo les pasaba nadie respondería por ellos, a sabiendas de no tener derechos laborales (al menos de facto), trabajando en una mina prácticamente clandestina, recordando que en este país hace mucho se olvidó el significado de la palabra justicia. No importó que algunos mineros hubieran detectado una presencia alarmante de gas metano en Sabinas, o que hace un par de semanas un trabajador se hubiera intoxicado a causa del mismo gas proveniente del pozo de carbón cuyo estallido le ha quitado la vida a varios de sus compañeros. La empresa concesionaria no hizo nada al respecto, al parecer una tonelada de carbón no tiene precio, pero algunas vidas humanas sí.

Las medidas de prevención que debieron haber sido tomadas diariamente por la presencia simultánea y característica de gas metano y carbón en un mismo yacimiento no sucedieron. Pero no nos engañemos, las pésimas condiciones que existían en la mina de Sabina se multiplican día con día en el estado de Coahuila como en otros más. Podrá el secretario de Economía culpar al del Trabajo y viceversa, o el gobernador de Coahuila al gobierno federal, o argumentarse que existen vacíos legales en la materia, o decirse (en nombre de la “honestidad” = mediocridad) que los pronósticos no son esperanzadores, así es como al final del día nadie es culpable. Clandestinas o no, autorizadas o no, las minas en nuestro país representan el carácter delictivo e inepto de nuestros funcionarios públicos que continúan enriqueciendo sus intereses a costa de la miseria y de la vida de los mexicanos. Aunque no de todo nos enteremos, más de cien mineros han fallecido en el último lustro en Coahuila; sólo en las minas de carbón más de setecientos trabajadores han muerto en México en los últimos veinte años. Pero una vez más, ¡felicidades!, porque somos el productor número uno de plata en el mundo, ¡qué orgullo! Mientras tanto que Felipe Calderón ore por un milagro, seguro eso ayudará mucho más que el correcto actuar diario de nuestros gobernantes.

No, los rezos no sirven de nada cuando somos irresponsables y deshonestos; cuando para las casi seiscientas minas de carbón en Coahuila sólo existen tres inspectores de seguridad, que además y obviamente se encargan de otros sectores productivos, ante todo el ahorro donde más se necesita. Aparte, ¿imponer medidas de seguridad, inspeccionar, aplicar normas? Pero cómo, si nuestra clase empresarial es intocable. ¿Seguir estándares internacionales, rescatar heroicamente a nuestros trabajadores como se hizo en Chile? Pero para qué, no es redituable. Por eso nuestra Procuraduría General de la República es muy bien portada, y sólo apunta dedos cuando así se le indica y preserva la impunidad cuando es necesario para el bien de los poderosos de nuestra nación. Y así, de 32 minas inspeccionadas, diecisiete de ellas fueron suspendidas (de palabra), pero ninguna cerró realmente; sólo una de catorce empresas donde se solicitaron exámenes médicos para los trabajadores mineros cumplió con la amable petición (no se nos vaya enojando algún empresario); sólo dos de veintiún empresas mostraron sus medidores de gas metano; de 277 concesionarios de carbón mineral, sólo veinticuatro tienen a sus trabajadores registrados en el IMSS. Cómo no quebrarse en llanto, cómo contener el nudo en la garganta ante tal realidad. Cómo, cuando no se hacen auditorias, cuando no se señalan responsables, cuando la supervisión laboral es inexistente en nuestro país, cuando los empleos dignos en México son casi inexistentes, cuando peligran menores de edad en minas por “trabajar”; cómo, cuando no se evita la muerte.

No podemos más que exigir que esta realidad cambie, que se apliquen las medidas necesarias para garantizar la vida e integridad humana y ambiental. No podemos seguir permitiendo que las condiciones laborales en nuestro país sean indistinguibles a las de la esclavitud. Nuestra lógica económica nos ha llevado a depredar nuestros recursos naturales y humanos, este modelo económico es a todas luces insostenible. No podemos preservar una política económica que lleva a la pobreza extrema a la gran mayoría de nuestra población (con o sin trabajo). Dónde quedó el respeto a la vida humana, o es que ya sólo existe el instinto de supervivencia política; pues entonces ya está, la sociedad civil puede dejar de sostener a la clase política el día que así lo decida y hasta que la misma realmente cumpla con su responsabilidad social. Ha sido larga la espera en los últimos días y mucha la zozobra y desesperanza de los familiares y amigos de los mineros sepultados en Sabinas a principios de este mes; inimaginable su dolor por más que nos mostremos solidarios. No podemos más que honrar el recuerdo, la vida y la muerte de los mineros fallecidos en Sabinas, así como de los de Pasta de Conchos, con debate y acción profunda y cuidadosa acerca de la situación minera en nuestro país. No podemos olvidar que la sustentabilidad no es sólo ambiental, también debe ser social.

Llanto en el cielo, lluvia en nuestros ojos

Unimos nuestra voz y nuestro corazón ante este clamor cada vez más tumultuoso que brota de tanto dolor, agravio, injusticia, violencia y muerte que padece nuestra sociedad.” – Jesús Ramos, sacerdote.

No se puede decir que fueron días alegres, pero sí esperanzadores. Después de haber recorrido a pie casi cien kilómetros en tres días, quizá pequeños en número pero grandes en fortaleza, entraron silenciosamente a Ciudad Universitaria con una gran nube acuestas; el cielo se nubló completamente, quizá solidarizándose con el dolor de cientos de miles de mexicanos no pudo más que amenazar con llorar reciamente. Se portaron cartelones en lugar de gritar consignas, quizá por no poder vociferar ciertos sentimientos, tal vez por no haber palabra alguna que pueda describir las emociones que se hicieron presentes este pasado fin de semana, o posiblemente por el secuestro del alma y el aliento de decenas de miles de mexicanos. El Réquiem de Mozart, interpretado por la Orquesta Filarmónica de nuestra máxima casa de estudios, terminó por representar, así como el cielo nublado que cubría CU, nuestra desolación, pero parece que también nos ayudó a asimilarla. Así pudimos comenzar a escuchar nuestras historias y aunque el corazón se nos llenó de tristeza, dolor e irritación, también se llenó de coraje y determinación para formular un ya basta colectivo y demandar que se detenga el baño de sangre que se ha dado en nuestro país.

Como desde Cuernavaca, los cientos se convirtieron en miles y llegando a la Ciudad de México en decenas de miles que se sumaban marchando, aplaudiendo o gritando consignas de adhesión; las ideologías y diferencias desaparecieron para unirnos como pueblo mexicano en busca de paz, justicia y dignidad humana. El clamor fue espontaneo y quizá un poco desordenado por no existir un liderazgo absoluto sino un movimiento genuinamente comunal. El estigma, la mala fe y el carácter tirano de televisoras y sectores del poder quizá envenenaron la razón de algunos cuantos pero no la voluntad de miles de mexicanos dentro y fuera del país. Y NO, no fue una marcha que apoyara o excusara al crimen organizado, pero SÍ una marcha que responsabilizó y demandó a nuestras incompetentes autoridades. Así se marchó a la gran plancha del Zócalo capitalino, así se protestó en San Cristóbal de las Casas en contra de la militarización del país con la movilización más numerosa de aquellas tierras en las últimas décadas, así en Acapulco, Ciudad Juárez, Morelia, Tijuana… incluso en nuestro abatido Zacatecas. Así se repudió la actual estrategia de combate al crimen organizado y el narcotráfico; así se demostró que nuestra lucha es por la vida y en contra de la muerte; así se inició un verdadero debate político proveniente de la Marcha Nacional y movilizaciones paralelas.

Desafortunadamente, también se dejó ver el continuo desinterés de nuestro reclamo al escuchar a Felipe Calderón determinado a mantener su actual política de seguridad que ensangrienta nuestras calles y destruye a nuestras familias, sin darse cuenta de lo desastroso que puede resultar el desatender nuestro grito desesperado por la precaria situación que se vive en el país. Nuestras críticas y cuestionamientos son traducidos por la esquizofrénica mente presidencial en intento de destitución, actitud claramente dictatorial; en lugar de entender nuestro dolor se siente amenazado por estar enfermo de poder. Como siempre, no existen palabras más iluminadas y poéticas como las de los indígenas y zapatistas de este país: “mal hace el mando que le dice a sus soldados y policías que escuchar a la gente noble y buena es un fracaso, que detener una matanza es una derrota y corregir un error es rendirse.”

Coincidentemente, como en tiempos revolucionarios, cuando llegaron las tropas de Villa, de Chihuahua, y los ejércitos del sur y de Morelos, de Zapata, los mayores contingentes que llegaron a la Ciudad de México el pasado domingo, arribaron de los dos afligidos estados de Chihuahua y Morelos, congregados una vez más a causa de que el estado actúe sin el consentimiento del pueblo. Así, se dijo que si los gobernantes no quieren escuchar al pueblo, que abandonen para nunca regresar al país al que tanto daño le han hecho; así se inundaron las calles de nuestra capital el domingo 8 de mayo, así se dijo que cuarenta mil muertos eran suficientes para cambiar la estrategia, así se hicieron propuestas concretas, así comenzó el intento por desenterrar a nuestro país, así se empezó a recuperar la voz y el aliento, así nos sacudimos el miedo, así se dieron testimonios, así comenzamos un camino largo y arduo por recorrer para luchar por nuestro futuro.

“Quien permanece en silencio es ingobernable” - Iván Illich.

Infierno en llamas

Este año pocos estados de la república se salvaron del ardor de las llamas y de los incendios forestales. De punta a punta: Baja California, Sonora, Nuevo León, Zacatecas, San Luis Potosí, Guanajuato, Querétaro, Hidalgo, Puebla, Estado de México, Distrito Federal, Michoacán, Guerrero, Quintana Roo… Pero como muy probablemente todos lo sabemos, ninguno ha sufrido tanto como el estado de Coahuila, cuyas tierras forman parte de casi el noventa por ciento de las hectáreas consumidas (casi trescientas mil) por los casi dos mil incendios forestales acontecidos en el país en los últimos dos meses; incendios, en su mayoría, fuera de control y cuyo tiempo de sofocación ha limitado en lo insostenible. Los severos daños ambientales que han afectado a la flora y fauna de varias regiones de nuestra nación, dejaron de ser noticia cuando el fuego se acercó a comunidades que hubo que evacuar, cuando hubo viviendas destrozadas y cuando incluso se afectó la salud y la vida de varios seres humanos.

El fuego ha servido desde hace mucho tiempo, tanto de forma natural, como controlada, para revitalizar tierras. La quema agrícola es un ejemplo de ello. Sin embargo, el asunto es cosa seria que debe ser restringida y vigilada cuidadosamente para precisamente evitar incendios que se salgan de control y pongan en riesgo la vida humana y el patrimonio nacional. Varios políticos y funcionarios, como el gobernador de Coahuila, Jorge Torres López, usaron como pretexto las condiciones climáticas adversas, como el viento, tormentas eléctricas, el calor o la sequía para justificar lo que llamaron un “fuego perfecto”. Sin embargo, esto no puede justificar el avance del fuego al norte de Coahuila que amenaza aún a comunidades rurales, así como en San Luis Potosí, donde ha desplazado y amenazado a miles de indígenas, sus hogares, sus cultivos y su ganado. Varios de los cientos valientes brigadistas que han intentado día a día apagar el fuego, han sufrido también lesiones y afectaciones de salud, así como han peligrado y perecido pinos de hasta veinte metros de altura, áreas naturales protegidas, bosques de árboles fosilizados y cuevas con pinturas rupestres de entre seis y ocho mil años de edad.

Y qué hay de la falta de logística o de la falta de recursos para resolver estos siniestros que prácticamente en su totalidad son responsabilidad del ser humano y su irresponsabilidad, llámese falta de educación o interés, tanto de individuales como de instituciones gubernamentales y privadas (limpia de matorrales y pastos altos para cultivar, cazadores, procesos de urbanización, fumadores, etcétera). Todos estos factores nos llevaron a declarar desastre ecológico y a presenciar la estadística más alta de incendios en los últimos cincuenta años. Qué pasara con las especies de flora y fauna que hemos con nuestro descuido exterminado, o con los animales sobrevivientes que no encuentren ya un espacio adecuado para alimentarse y sobrevivir. Por qué no aplicar los programas de prevención necesarios para estas situaciones, por qué no utilizar nuestros recursos y dinero público para cuando es realmente necesario. Por qué no ocupar a los militares suficientes en las labores en donde realmente se les necesita; por qué dejar que sólo unos cuantos se enfrentaran peligrosamente a los repentinos cambios de dirección de viento, a las altas temperaturas, a la combustión, etcétera. Quizá no habrían tenido que retroceder tantas veces y hubieran podido acabar con el fuego más eficaz y velozmente, de no haber estado varios parando a inocentes en la carretera y pretendiendo decomisar drogas.

Para encontrar pruebas de que los militares en nuestro país están en el lugar equivocado no hay que irnos muy lejos. Solamente en el estado de Zacatecas se han consumido treinta mil hectáreas por un fuego que se extiende rápidamente y que no hemos podido contener, y por qué. En gran parte porque en dicha zona existen campos de entrenamiento de narcotraficantes y miembros del crimen organizado, situación que ha prevenido a nuestras autoridades a combatir las llamas por tierra. Entonces, qué se ha hecho con todo el dinero invertido en una guerra para no combatir a grupos delincuenciales que podemos situar perfectamente. Quizá se ha utilizado para que cientos de brigadistas, hace un par de semanas, cuando los incendios en Coahuila resultaban más gravemente incontenibles y consumían decenas de miles de hectáreas, suspendieran sus labores de sofocación por órdenes del Estado Mayor Presidencial para construir rápidamente una pista de aterrizaje y un helipuerto cerca del área siniestrada para que pudiera llegar Felipe Calderón.

No puede entenderse, y mucho menos aceptarse, las cantidades de CO2 que hemos lanzado al aire en los últimos meses por nuestra ineficiencia, irresponsabilidad y corrupción. Hoy contribuimos enormemente a causa de los incendios forestales (aparte de muchas cosas más) con el calentamiento de nuestro planeta y la afectación a la salud de muchos de nuestros conciudadanos. ¡Bravo! Qué tristeza que una vez más nos demostremos incapaces de remediar nuestras problemáticas. El hecho de habernos enfrentado con algunos de los incendios más complicados de nuestra historia no es motivo de justificación, solamente una derrota más.

Esclavos del petróleo

Primera parte

“Cuando la gente marca el camino, los líderes lo siguen” – Mahatma Gandhi.

Hace un par de años, en pantalla se pusieron los esfuerzos de un individuo por promover el biodiesel, un combustible del que quizá hemos escuchado, pero que evidentemente en México no conocemos lo suficiente. Se mostró en tal película su viaje de dos años por Estados Unidos en un vehículo que utilizó biocombustible (proveniente de aceite de cocina usado y recolectado en establecimientos de comida rápida) para educar a los norteamericanos acerca de las ventajas de tal producto y la urgencia de remediar la adicción del mundo por el petróleo. Uno de los primeros argumentos mostrados en el documental Fuel (Combustible), hace mención de los conflictos que a través de nuestra historia mundial se han suscitado por causa del llamado oro negro, así como la posibilidad y evidencia de que tales problemáticas se agraven a medida de que, como ya está sucediendo, se extinga este recurso no renovable. No cabe duda de que a la cabeza de tales conflictos se encuentra nuestro vecino del norte y que sus decisiones en materia de energía lo han llevado a él y al mundo entero a guerras cruentas e inhumanas; el ejemplo más cercano: la guerra en Irak, el segundo productor de petróleo en el mundo. Nos enfrentamos entonces, en nombre de la paz y obviamente también de la sustentabilidad y de futuras generaciones, con la demanda de buscar y encontrar alternativas a nuestros actuales consumos de energía; no cabe duda que nuestro estilo de vida y decisiones, a todos los niveles, deben cambiar.

Josh Tickell, director de Fuel y promotor del biodiesel, vivió los primeros años de su vida en Australia y narra su desconcierto al transportarse a Luisiana, el mayor productor y procesador de petróleo en Estados Unidos. Este hecho deja a tal región y sus alrededores como una franja cancerígena por causa de los desechos tóxicos quemados en el aire y tirados en el agua y tierras del lugar. Tales acciones, más los cientos de accidentes y explosiones que ocurren cada año, han producido múltiples males a los habitantes de Luisiana y estados vecinos, como muertes, distintos tipos de cáncer, abortos involuntarios y problemas reproductivos; cómo incluir tales acontecimientos en los costos de la gasolina, cuál es el valor económico de generaciones enteras y vidas humanas. Aparentemente es nulo; por mucho tiempo se escondieron evidencias o se negó el efecto negativo de múltiples refinerías en la vida humana. Pero qué podría esperarse cuando el Departamento de Calidad Ambiental del estado de Luisiana es soportado económicamente por los magnates y dueños de las compañías petroleras de Estados Unidos.

¿Cuáles son nuestras alternativas? Por qué resignarse bajo la creencia de que los individuos que formamos una mayoría a nivel mundial no podemos hacer nada frente a corporaciones tan insaciables como las petroleras. Es cierto, Goliat puede parecer pequeño al compararlo con algunos intereses y compañías transnacionales que se han adueñado de un recurso que mueve al mundo. En Estados Unidos se subsidia la gasolina y a los autos pesados que son los que más la consumen, al mismo tiempo se bombardea a esa nación y al mundo entero para promover el uso de vehículos estilo Hummer. Vamos, hasta podríamos deducir que la prohibición de alcohol en territorio yankee en el siglo diecinueve, promovida en buena parte por el magnate John D. Rockefeller, fundador de Standard Oil Company (hoy ExxonMobil), se centraba en el interés de imposibilitar el uso del automóvil, inventado por Henry Ford, que usaba como combustible el etanol. Pero si recordamos con cuidado, el gran Goliat no resultó victorioso, aunque dejó en su haber varios abusos. Los empresarios rapaces requieren para su subsistencia, casi personal, el generar ganancias inmediatas, lo cual a nuestro quizá rencoroso placer, los ha llegado a dejar en la ruina en algunas ocasiones. Los ejemplos más claros y apegados al tema en discusión son las caídas de Ford, Chrysler y General Motors, quienes decidieron apostarle al corto plazo y no a la visión longeva de compañías como la líder mundial Toyota, mejor conocida por sus autos híbridos o eléctricos en su totalidad: Prius (aunque no sean del gusto estético de muchos, por qué no subsidiar mejor este automóvil).

Al biodiesel o biocombustible, le ha costado más trabajo popularizarse, sobre todo en América, ya no digamos México. El biodiesel puede ser utilizado en cualquier automóvil que tenga un motor diesel, tecnología que ha mejorado inmensamente a través de los años, aminorando el ruido que producen sus autos y haciéndolos en general más eficientes, realidad que contradice las creencias de muchos que se reúsan a cambiar de motor y combustible. ¡De hecho, el motor de diesel fue inventado en un inicio para utilizar aceite vegetal! Obviamente, como podríamos adivinar por su nombre, una de las grandes ventajas del biodiesel es el disminuir nuestras emisiones de CO2 y evitar otra crisis y escaseo como las del 73 por conflictos internacionales y políticos causados por un recurso que cada vez es más difícil de encontrar y más costoso al tener que hacer excavaciones más y más profundas. Pero una vez más los intereses de unos pocos se atraviesan en el bien común de la humanidad. Muy probablemente no nos sorprenderá que Estados Unidos, país que tiene poco más del cuatro por ciento de la población mundial, es responsable de producir la mitad del CO2 proveniente de automóviles y consume el veinticinco por ciento del petróleo mundial, aun cuando solo tiene dos por ciento de las reservas. Lo peor del caso es que ya todos sabemos que Estados Unidos no compra mucho del petróleo que necesita de otros países, generalmente lo roba o se embarca en guerras por él.

¿Y el gobierno? Por qué no pasar leyes que quizá no sean muy populares en un inicio. Las compañías automotrices se rehusaban a fabricar coches con cinturones de seguridad porque aseguraban que sus clientes no querrían usarlos, pero la ley se promulgó y ahora sabemos que es simple sentido común el usar cinturón de seguridad; y qué no es simple sentido común cuidar nuestro medio ambiente y salud mundial. Para algunos lo es, como para el ex-presidente Jimmy Carter, que tras la crisis petrolera en los setenta decidió crear un plan nacional que redujera en Estados Unidos la dependencia de petróleo extranjero, y lo logró, el uso del petróleo bajó veinticinco por ciento. Sin embargo, con la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca se restauró la ideología de consumir hasta cansarse para reactivar supuestamente la economía. Pero los esfuerzos del pseudo-político no se detuvieron ahí, se cancelaron también los fondos al Instituto de Investigación de Energía Solar, inaugurado por Carter y hasta se quitaron paneles solares que se habían instalado en la Casa Blanca en el mandato de Carter. Bueno, y qué decir de ex-presidentes que se encuentran en medio del negocio del petróleo como George W. Bush; qué esperanzas de que un individuo como él fuera a anteponer el bien nacional y ambiental por encima de sus intereses personales, obviamente jamás permitió que se pasara ley alguna que dañara a su amada industria.



Segunda parte

En la colaboración anterior hablamos acerca de la relación entre el gobierno estadounidense y las grandes empresas petroleras; no es coincidencia que millones de dólares se inviertan cada temporada en campañas y elecciones presidenciales por parte de la industria petrolera. Tampoco es casualidad que justo antes del 11 de septiembre del 2001 se rumora que se realizaron reuniones secretas entre Dick Cheney y líderes de las compañías petroleras en donde se discutió acerca de las reservas de Iraq por las cuales varios senadores republicanos se rehusaron a ponerse bajo juramento para negar su relación con la industria petrolera. Pero todos sabemos que igual se vendió la idea al pueblo norteamericano y a parte del mundo de la necesidad de una guerra en la que se gastan cincuenta billones de dólares al año por gastos militares de Estados Unidos para proteger y favorecer el flujo del petróleo a su país y por la cual han desaparecido tres trillones de dólares en transacciones no documentables e imposibles de rastrear. Así se ha ido creando una industria con control monopólico y coadyuvada por el estado norteamericano, así ha crecido ridículamente la deuda externa de Estados Unidos, así ha aprendido nuestro país vecino a llevar una vida despilfarrada más allá de sus posibilidades, y así en lugar de declararse en bancarrota o emergencia nacional, para saciar su enorme apetito, Estados Unidos ha decidido tomar (a la mala) los recursos de otras naciones y de otros pueblos desarrollando una mentalidad de imperialismo extremo.

Y así, la compasión y solidaridad (misma que no ha demostrado Estados Unidos ante el resto del mundo) que demostró gran parte del mundo después de los atentados del 11 de septiembre hacia el pueblo norteamericano, se ha ido desvaneciendo por su adicción y esclavismo al petróleo y por no admitir que los cambios que debe hacer en su política y cultura son urgentes y monumentales. Por el contrario, en países como Alemania, a la demanda ciudadana se ha respondido desde el estado con el impulso de energías renovables como la eólica, solar y el biodiesel (el cual se vende más barato que la gasolina gracias a subsidios, mientras en Estados Unidos es al contrario y la gasolina es la altamente subsidiada, aparte de contaminante). En Suecia también decidió el pueblo y el gobierno hizo caso, por lo cual se pretende eliminar el uso del petróleo para el 2020 y se ha armado un plan a largo plazo y con visión a futuro para sustituir la gasolina por el biodiesel y el etanol.

Pero en Estados Unidos se toma decisión errada tras decisión errada. Cuando Katrina golpeó al estado de Luisiana, entre otros, una, si no es que la mayor afectación resultó en el derramamiento de petróleo que pocos medios de comunicación y gobernantes mencionaron y que ninguna corporación remedió. Han sido los impuestos del pueblo de Luisiana los que han tenido que poco a poco enmendar los daños causados por la crisis ecológica desatada después de Katrina, desastre ecológico que varios científicos afirman es responsabilidad del calentamiento global (o efecto invernadero que debido a nuestras elevadas emisiones de CO2 y otros elementos no deja que la radiación solar escape, elevando nuestra temperatura y teniendo varios efectos adversos como el derretimiento de los polos y la elevación del nivel de nuestros mares) causado por el ser humano (ya que al calentarse las aguas se intensifican las tormentas por la creciente cantidad de agua evaporada y humedad que favorece la creación de huracanes). Podría decirse entonces que el asunto de disminuir los niveles de CO2, en gran parte provenientes de la contaminación causada por el petróleo, es un asunto de seguridad nacional, tema que suele preocuparles de sobremanera (aunque posiblemente sólo en teoría) a los norteamericanos. Es también un asunto de Salud Pública, Política Ambiental e incluso Economía, si se pretende tener una economía viable en un futuro.

Es por eso que se ha intentado ilustrar acerca de la necesidad urgente de desarrollar energías alternativas, aunque los reyes del oro negro frecuentemente hagan propaganda en su contra. Realmente el mundo es movido por el petróleo, para la exportación de bienes en camiones, trenes, barcos y aviones; para operar maquinaria; para construir; para hacer funcionar plantas de energía y manufactureras… Pero la buena noticia es que todo lo anterior mencionado funciona a base de motores que utilizan el diesel y por tanto podrían utilizar biodiesel sin ninguna modificación. Otro ejemplo son los camiones escolares que al usar diesel se vuelven altamente contaminantes no sólo para el medio ambiente sino aún más para los niños que los utilizan a diario, causándoles cáncer, asma, y hasta muerte por aspirar un humo similar al del cigarro todos los días. Por tanto, el uso de biodiesel comenzó a ser aceptado ampliamente hasta que se lanzó una fuerte campaña en contra del mismo, argumentando que la producción de biodiesel causaba deforestación y hambruna.

El analizar este punto es sin duda importante. Para empezar, debe saberse que la producción de gasolina es increíblemente ineficiente ya que toma más energía el producirla que lo que la misma genera. Por otro lado tenemos al etanol que utiliza maíz para su producción y cuya manufactura requiere del mismo monto de energía que el que brinda como combustible, debido a que se genera a base de monocultivos que erosionan la tierra y se utilizan pesticidas contaminantes y fertilizantes para su siembra. Para la producción tradicional de biodiesel, las problemáticas son similares a las del etanol, aun cuando la producción se considera más eficiente y el biodiesel genera más energía de la que consume en su elaboración a base de habas de soja. Otra de las problemáticas es que las grandes compañías agricultoras, como Monsanto, son subsidiadas (como lo es la producción de gasolina en Estados Unidos en lugar de subsidiar algo más elemental como podría ser el sistema de salud), lo cual les permite producir más alimentos de los necesarios, disminuir sus precios, exportar alimentos y dejar a campesinos del tercer mundo en banca rota y cuando los precios del petróleo suben (producto que se utiliza de múltiples maneras en el proceso de la agricultura en masa, i.e. pesticidas y maquinaria) se produce hambruna en un sector importante de la población mundial.

Obviamente lo que debe hacerse una vez más, es regular la producción de biodiesel para prevenir elaboraciones que no sean sustentables o que ponen en peligro el abasto de la alimentación humana. Existen muchas alternativas: producirlo con residuos de grasa, utilizar maleza que crezca rápida y económicamente, capturar CO2, usar algas que crecen rápidamente (versus el proceso de creación natural del petróleo que tarda miles de años). De estos avances tecnológicos y de estas maneras sustentables y responsables socialmente, podemos entonces producir químicos, plásticos, combustibles para automóviles y aviones, etcétera. Es impresionante como el biodiesel proveniente de algas se podría producir en poco más del diez por ciento de la superficie del Desierto de Sonora para producir la energía que abastecería a un país del tamaño y patrones de consumo como lo es Estados Unidos con un costo de veinticinco millones de dólares (cuando la guerra en Iraq cuesta trescientos millones de dólares al día) y el producirlo por diez años representaría la cantidad total del petróleo de Alaska. Es por eso que la creatividad y genialidad humana deben siempre seguir superándose a si mismas. No puede imaginarse nada más sustentable que el utilizar los desechos humanos para convertirlos en energía; así se propone tomar aguas residuales que facilitan el crecimiento de algas por medio de energía solar para crear biodiesel.

Pero es claro que la respuesta no está en un solo lugar. Para sustituir la adicción mundial al petróleo los biocombustibles sustentables son sólo un pequeño porcentaje de la solución. Otras opciones necesarias son: la biomasa (desechos orgánicos, árboles, basura, aceite de cocina usado…); la energía eólica que podría producir más energía con el dinero que se ha invertido en la guerra en Iraq que lo que ha producido en materia de energía el petróleo proveniente de dicho país; la radiación solar recibida cada diez días sobre la tierra es igual a las reservas mundiales de petróleo, gas y carbón, así como la energía que cae del sol a nuestro planeta en un par de horas podría ser suficiente para abastecer al mundo entero, aparte de generar empleos verdes, seguros y dignos con dichas tecnologías (versus minas de carbón como la de Sabinas); los automóviles eléctricos o híbridos son otra gran opción para reducir nuestro uso del petróleo; caminar, utilizar transporte público y bicicletas revitalizaría nuestros entornos urbanos y los haría más eficientes y con mejor calidad de vida; y finalmente obviamente el reducir nuestro consumo de energía. Todas las ciudades del mundo tienen el potencial para actuar ecológicamente con acciones como techos verdes que enfríen y mejoren la calidad del aire o la promoción de agricultura local; no cabe duda de que cuando los seres humanos combinamos tecnología y humanidad logramos grandes resultados. Obviamente tenemos que responsabilizarnos todos y responsabilizar a nuestros políticos para construir el mundo en el que queremos vivir y dejar de legado para futuras generaciones. Por eso, toma el autobús, usa tu bicicleta, camina, exígele a tu gobierno el uso de energías alternativas, consume productos sustentables y locales, disminuye tu uso del coche y gasolina, usa focos ahorradores, apaga la luz cuando no la necesites, así como tu computadora o la televisión… cambia tus hábitos, cambia tu entorno, cambia al mundo. En México nos falta trabajar mucho en materia de sustentabilidad y se nos acaba el tiempo.

lunes, 2 de mayo de 2011

Biometrópolis, oasis o espejismo

Hace poco más de un año se planteó, por parte del Gobierno del Distrito Federal, la UNAM y Grupo Frisa (constructora), la iniciativa de construir o crear una Ciudad del Conocimiento: Biometrópolis. Con tal proyecto se pretende potenciar el desarrollo tecnológico y científico en el país, particularmente a la medicina mexicana, al situarla en un nivel de altura internacional. Se pretende utilizar entre setenta y ochenta hectáreas en la delegación Tlalpan, entre los campos de lava del Pedregal y el Ajusco. Esta locación en el sur de la Ciudad de México afirma estar en el centro del agrupamiento médico, industrial y académico de la capital del país, y por tanto, se piensa como sitio ideal para el proyecto en mención. Investigación de vanguardia, excelencia médica, auto-sustentabilidad, institutos y laboratorios modernos, lazos internacionales, protección de reservas naturales… así se promociona este pacto e inversión en la que participaría el sector público, el privado y el académico en un megaproyecto a cargo de la firma internacional Foster + Partners, quien se sostiene, posee el conocimiento para diseñar cada fragmento urbano y arquitectónico de Biometrópolis de la manera más sustentable y eficiente (lástima que en teoría no exista tal despacho aquí en México).

Así se pretende congregar hospitales, centros educativos y de investigación, laboratorios, empresas tecnológicas, zonas habitacionales, centros comerciales, oficinas, etcétera, de una manera integrada y ecológica, con los más altos estándares y lineamientos de construcción y planeación. Sin duda, el planteamiento suena atractivo. A quien pueda preocuparle la ubicación trazada en reservas ecológicas, no deberá inquietarse ya que el cincuenta por ciento del predio está destinado a áreas verdes y se protegerán veinticinco hectáreas administradas por la UNAM y la Secretaría de Medio Ambiente del DF (para la conservación de plantas y especies endémicas). ¡Qué alivio!, se respetará una porción de la reserva, ah, entonces no hay problema. Más aparte, por medio de planes de ahorro, tratamiento, captación y reúso de agua, se ha garantizado el cien por ciento de la recarga del acuífero de la Ciudad de México, permitiendo así la regeneración del Río Magdalena.

Cómo entonces no confiar en un proyecto evidentemente sustentable, basado en diseños sostenibles, eficientes y ecológicos, como azoteas verdes, aprovechamiento de la energía solar y ventilación natural. Cuáles son los potenciales problemas de un designio que en su agenda incluye el mejoramiento de la vialidad, el transporte público, los servicios y la conectividad de institutos de salud y educación en la capital. No es el sueño de todos los mexicanos el estar en el centro de la alta tecnología, producción e innovación y tener empleos en los que explotemos nuestra mente e intelecto en lugar de nuestro músculo y desgaste físico. Muy probablemente. Para muchos podría ser sencillo apoyar un planteamiento proveniente de nuestra máxima casa de estudios, otros tantos confían todavía en el gobierno capitalino, muchos menos podemos fiar el destino de nuestra ciudad a la iniciativa privada o una empresa de construcción.

Pero cómo, si Grupo Frisa donó caritativamente un área natural protegida de ‘La Cañada’ de casi noventa hectáreas. Esto, obviamente, ha acreditado a tal corporación a desarrollar e implementar el proyecto de Biometrópolis en su totalidad. Pero a ver, por qué una empresa privada tiene en su propiedad y jurisdicción zonas protegidas y reservas ecológicas, ¡qué alguien me explique! Claro que todos esperamos una política pública que apoye un desarrollo sustentable, pero, ¿vamos a confiar en que una desarrolladora privada dedicada a maximizar ganancias a cualquier costo determine una porción más del trazo de la capital del país? Y más aún, un gobierno de izquierda no tendría que preocuparse paralelamente en el desarrollo social aparte del tecnológico y sustentable de esta entidad.

No cabe duda que el planteamiento inicial y único que se ha dado a conocer de Biometrópolis es atractivo, consiste en consolidar el agrupamiento médico, académico e industrial en una región del Distrito Federal, detonando así la investigación y desarrollo del sector salud en México. ¡Excelente! Pero se ha aclarado a qué sector de la medicina beneficiaría dicho proyecto: ¿al público o al privado? Esencial interrogante. ¿Y es suficiente el preservar únicamente una tercera parte de la reserva ecológica donde se plantará Biometróplis? ¿Es acaso la mejor ubicación en cuestiones de sustentabilidad, o sólo en términos del sector de la población que pretende servir? ¿No se necesitan cambios radicales en la política del sector salud de nuestro país antes que la construcción de centros de investigación? Es claro que lo poco que se conoce de este proyecto será sólo posible mediante la privatización total del mismo. ¿Es eso lo que necesita México? No cabe duda que sobre todo en la profesión del urbanismo siempre emociona el escuchar ideas de megaproyectos que podrían por si solos cambiar nuestra realidad, mejorarla, llevarnos al progreso… Sin embargo, debemos ser muy cuidadosos, los oasis en medio del desierto generalmente son sólo espejismos.

Modernidad en vías de desarrollo

El término modernidad, al menos como generalmente es concebido, rara vez proviene de lo marginal, o del llamado tercer mundo. Dicha palabra se ha apropiado regularmente a obras provenientes de Occidente o de regímenes imperialistas o coloniales en países subdesarrollados. Este razonamiento ha resultado en la anulación de diversas culturas y en la instauración de países que eternamente han intentado imitar los estilos de autoridades neocoloniales, bajo el ilusorio objetivo de aparentar civilidad y modernidad en sus ciudades. En este intento y discurso de anteponer lo moderno contra lo Oriental o tercermundista, en lugar de progreso, en muchos casos sólo se ha promovido la creación de espacios de espectáculo y lujo no disponibles para todos, dejando al grueso de la población en la eterna espera de un futuro con modernidad y progreso. Sin embargo, es interesante voltear a varios puntos del mundo en vías de desarrollo para encontrar un nuevo término: modernidades alternativas, acuñado por el profesor Ou-fan Lee, en donde por supuesto podremos situar a nuestra capital, la Ciudad de México, y a ciudades como Shanghái, el Cairo o Brasilia.

Empezando por el puerto líder y el centro comercial más grande de uno de los países más poderosos del mundo, en Shanghái se observa una modernidad reconocidamente cosmopolita. En su inicio, esta ciudad floreció con la renta a británicos, franceses y norteamericanos de propiedades en el Bund, frente al mar, donde a los ciudadanos de China no se les permitía la entrada. Sin embargo, diversas protestas y levantamientos forzaron la legalización de la presencia China en Shanghái en 1855 y con ello la migración de habitantes de ciudades vecinas en busca de oportunidades no siempre disponibles. Esto ocasionó desempleo y la creación de trabajos y asentamientos informales resultando en barrios congestionados y zonas neocoloniales de segregación. No obstante, el Bund y al distrito de Pudong, cercano al mar pero situado tierra adentro, aún se sitúan como el corazón de la ciudad, con clubes, bancos, hoteles y arquitectura ultramoderna a nivel mundial.

Así como espacios de pobreza y explotación, contrapuestos con espacios de elitismo y modernismo internacional, en Shanghái también surgió un modernismo provinciano, que diariamente recrea costumbres rurales de migrantes en una de las ciudades más pobladas del mundo a causa del flujo de personas, no de los índices de natalidad. Esto ha contribuido a que este nodo comercial y financiero, con el mayor crecimiento económico del mundo, se convierta también en un centro de cultura, diseño y urbanismo. Su boom de construcción se ha caracterizado por un estilo único de arquitectura inspirada en varias corrientes, y más aún, en situarse como arquitectura moderna. Sin embargo, no deja de tener un estilo local en muchos casos, intentando reconciliar el modernismo con la tradición regional en la búsqueda de identidad local. Del mismo modo, Shanghái ha desarrollado un transporte público vanguardista como ninguno, que alivia de manera importante los potenciales y múltiples problemas de comunicación en una ciudad de casi veinte millones de habitantes. Bajo estas condiciones, y reconociendo la existencia de problemáticas importantes y características de metrópolis de este tamaño, resulta cada vez más difícil situar a Shanghái en el tercer mundo y más congruente visualizarlo como una modernidad no occidental pero sí atractiva.

Pasando a otra urbe con casi veinte millones de habitantes, incluyendo su área conurbana, podríamos vislumbrar a El Cairo como otra modernidad alternativa y región que se ha apropiado de modernidades extranjeras para sobresalir. Tal es el caso de obras como el canal de Suez que pretendían situar a Egipto en el centro de la atención internacional. Del mismo modo, desde el siglo diecinueve a esta ciudad se llevaron ferias mundiales de exhibición que representaban el progreso y la modernidad del primer mundo, mientras al Oriente se le representaba en ellas como una mercancía atractiva pero lejana a la idea de modernidad o vanguardia. En este desesperado intento por recibir aceptación internacional, históricamente se han construido en El Cairo, y en otras ciudades de Egipto, hoteles y resorts turísticos de lujo, en lugar de escuelas u hospitales, para cautivar a la comunidad internacional. Bajo el mismo razonamiento se duplicó el plan Haussman de Paris en el Cairo demoliendo casas, mezquitas y edificios para alcanzar la supuesta modernidad de Occidente a través de la planeación y re-construcción de la ciudad. Dichos experimentos dejaron al país entero con deudas económicas importantes que dieron pretexto para incrementar el control Europeo en la zona hasta la independencia egipcia en 1922 y el retiro de tropas británicas en 1956 después de la revolución egipcia de 1952.

Es cierto que El Cairo desde entonces se ha ido posicionando como el centro educativo y de salud en Egipto y países vecinos, y aún más, como un emporio turístico y cultural reconocido a nivel mundial. Sin embargo, su desempeño en materias como economía, empleo, libertad, pobreza, equidad, contaminación y sistemas de transporte, entre otros temas, ha alejado a esta ciudad y nación de su primordial aspiración de modernidad y progreso. Esto, como vimos recientemente, metió a esta tierra en conflicto y protesta que reclamaba exasperadamente justicia social y desarrollo integral en beneficio del pueblo egipcio.

Retomando el análisis de la semana pasada, en el caso de Brasilia, vemos a una ciudad cuyo proyecto arquitectónico y urbano comenzó en 1956 y era aquel de una utopía social que resultó, sin duda, en una obra arquitectónica y urbana merecedora de ser, como lo es, patrimonio de la humanidad. Esta intención, operada e impulsada en su totalidad por el estado Brasileño, asumía que una planeación estratégica a nivel urbano podía influenciar significativamente a la ciudadanía y crear una ciudad sin diferencias sociales. El plan urbano de Lucio Costa y Oscar Niemeyer poseía un sistema de comunicación y transporte definido por súper-vías y un axis monumental de entretenimiento y negocio que culminaba con edificios públicos en un extremo. El segundo axis de la ciudad consistía en las llamadas súper-cuadras, formadas cada una por once edificios departamentales de seis pisos e idénticas fachadas. Tal diseño tendría, en teoría, que fomentar una sociedad colectiva e igualitaria para todos los que vivieran en ellos.

Sin embargo, los enormes costos de construcción y la toma de poder en Brasil por la milicia y una nueva administración derechista conllevaron a la privatización de estas residencias lo cual elevó sus precios y empujó a la gente con pocos recursos a ciudades satélite. El centro de la ciudad entonces fue dominado por burócratas de alto mando y el sector más adinerado fue creando sus enclaves y mansiones a orillas del Lago do Paranoá. Para 1980 el 75 por ciento de la población vivía en la periferia lo cual hacía el transportarse muy difícil para la mayoría de los ciudadanos. La periferia sigue expandiéndose a raíz de la migración de trabajadores a Brasilia, los asentamientos informales y la miope estrategia de seguir construyendo ciudades satélites para reubicar los asentamientos informales.

Brasilia intentó ser una negación del subdesarrollo de su país en el momento de su creación; quiso oponerse a las altas densidades y al caos característico de las grandes ciudades tercermundistas. Su estrategia fue limitada al basarse únicamente en la planeación urbana como solución a problemas complejos y multifacéticos. No obstante y con enormes lastres como aquel de la corrupción, Brasil ha ido corrigiendo algunos errores del pasado y se presenta hoy en día con un futuro prometedor, sosteniéndose en múltiples pilares como la democracia, justicia social, equidad y una creciente economía. Ciudades como Curitiba, en el estado de Paraná, han por consecuencia logrado, con ayuda de la planeación y la disciplina del urbanismo, desarrollar soluciones integrales a problemáticas actuales de ciudades de su tamaño, situándose con una calidad de vida muy por encima de muchas ciudades del “primer mundo”.

En términos de nuestra capital, una de las más pobladas del mundo, podría decirse que nuestra modernidad es también en muchos aspectos provinciana, aun cuando desde tiempos de la dictadura de Porfirio Díaz, con su lema de “paz, orden y progreso”, se intentó apropiar una modernidad basada en la dependencia que pretendía reformar a la Ciudad de México al estilo europeo. Sin embargo, la prosperidad que reflejaba esta capital y su país en tiempos porfirianos era un disfraz ya que gran parte de los negocios florecientes en la ciudad eran propiedad de norteamericanos o europeos. La pobreza y problemática nacional se intentaba ocultar, como en la actualidad con las recientes celebraciones del bicentenario, en 1910, con ostentosos y carísimos espectáculos de celebración como el de Independencia, pero la realidad se encontraba lejos del lujo y la bonanza. Al cambio de siglo, los campesinos que cada vez encontraban más difícil el ganarse la vida en zonas rurales, empezaron a emigrar a la Ciudad de México, lo cual preocupó a la élite que observaba una ruralización de la capital. Entonces comenzó a criminalizarse la pobreza; a controlar y a manejar al migrante rural deportando a la gente humilde para trabajar en las haciendas de los potentados de ese tiempo, legado que aún nos lacera en la actualidad.

Sin embargo, el importante número de campesinos que continuaban arribando a la ciudad, encontrando muchas dificultades y discriminaciones para asimilarse a las costumbres citadinas, comenzó inevitablemente a cambiar los usos y tradiciones de la Ciudad de México y su modernidad. La economía hacendaria que no cambió a raíz de la Independencia, comenzó a ser criticada, al igual que la modernidad elitista. Tenemos el ejemplo de José Guadalupe Posada y sus calaveras que desafiaban las normas de cortesía y gracia social, se mostraban revoltosas e irrespetuosas, caricaturizando un espacio que estaba entre la ciudad y el campo. Entonces, la interacción entre distintas clases sociales se comenzó a dar en lugares como el Zócalo, aun cuando el resto de la ciudad históricamente ha tendido a la segregación en su tipología residencial. El resultado es la capital que tenemos el día de hoy, una llena de problemáticas sociales, económicas, políticas, ambientales, urbanas, etcétera. Paralelamente, la Ciudad de México se muestra como una mezcla riquísima e inevitable de culturas, costumbres, tradiciones e ideologías que en su mayoría intentan caminar hacia un futuro con un mayor y más equitativo desarrollo, progreso y modernidad; aun cuando la gran divergencia entre los múltiples actores de esta urbe dificulte la comunión de estrategias y caminos que nos podrían dirigir a dicho resultado.

Estudiando las ciudades anteriores, no se puede encontrar en ninguna de ellas un modelo ideal de modernidad alternativa. Se encuentra, por lo contrario, una lista de errores y aciertos en la búsqueda de modernidad, desarrollo y progreso. Se observa también que dicha búsqueda falla comúnmente cuando intenta perseguir una modernidad superficial y extranjera sin examinar cuidadosamente las problemáticas internas a resolver para ser parte de este proceso global que requiere en esencia de un equilibrio social, económico, político y cultural. Al lograr dicho equilibrio interno en el mundo en vías de desarrollo, quizá podrá romperse con el esquema de países centrales o primermundistas y periféricos o subdesarrollados, relación basada en la dominación y explotación, para que entonces la modernidad alternativa, y los países que la contienen, tengan peso y éxito.