jueves, 26 de mayo de 2011

Esclavos del petróleo

Primera parte

“Cuando la gente marca el camino, los líderes lo siguen” – Mahatma Gandhi.

Hace un par de años, en pantalla se pusieron los esfuerzos de un individuo por promover el biodiesel, un combustible del que quizá hemos escuchado, pero que evidentemente en México no conocemos lo suficiente. Se mostró en tal película su viaje de dos años por Estados Unidos en un vehículo que utilizó biocombustible (proveniente de aceite de cocina usado y recolectado en establecimientos de comida rápida) para educar a los norteamericanos acerca de las ventajas de tal producto y la urgencia de remediar la adicción del mundo por el petróleo. Uno de los primeros argumentos mostrados en el documental Fuel (Combustible), hace mención de los conflictos que a través de nuestra historia mundial se han suscitado por causa del llamado oro negro, así como la posibilidad y evidencia de que tales problemáticas se agraven a medida de que, como ya está sucediendo, se extinga este recurso no renovable. No cabe duda de que a la cabeza de tales conflictos se encuentra nuestro vecino del norte y que sus decisiones en materia de energía lo han llevado a él y al mundo entero a guerras cruentas e inhumanas; el ejemplo más cercano: la guerra en Irak, el segundo productor de petróleo en el mundo. Nos enfrentamos entonces, en nombre de la paz y obviamente también de la sustentabilidad y de futuras generaciones, con la demanda de buscar y encontrar alternativas a nuestros actuales consumos de energía; no cabe duda que nuestro estilo de vida y decisiones, a todos los niveles, deben cambiar.

Josh Tickell, director de Fuel y promotor del biodiesel, vivió los primeros años de su vida en Australia y narra su desconcierto al transportarse a Luisiana, el mayor productor y procesador de petróleo en Estados Unidos. Este hecho deja a tal región y sus alrededores como una franja cancerígena por causa de los desechos tóxicos quemados en el aire y tirados en el agua y tierras del lugar. Tales acciones, más los cientos de accidentes y explosiones que ocurren cada año, han producido múltiples males a los habitantes de Luisiana y estados vecinos, como muertes, distintos tipos de cáncer, abortos involuntarios y problemas reproductivos; cómo incluir tales acontecimientos en los costos de la gasolina, cuál es el valor económico de generaciones enteras y vidas humanas. Aparentemente es nulo; por mucho tiempo se escondieron evidencias o se negó el efecto negativo de múltiples refinerías en la vida humana. Pero qué podría esperarse cuando el Departamento de Calidad Ambiental del estado de Luisiana es soportado económicamente por los magnates y dueños de las compañías petroleras de Estados Unidos.

¿Cuáles son nuestras alternativas? Por qué resignarse bajo la creencia de que los individuos que formamos una mayoría a nivel mundial no podemos hacer nada frente a corporaciones tan insaciables como las petroleras. Es cierto, Goliat puede parecer pequeño al compararlo con algunos intereses y compañías transnacionales que se han adueñado de un recurso que mueve al mundo. En Estados Unidos se subsidia la gasolina y a los autos pesados que son los que más la consumen, al mismo tiempo se bombardea a esa nación y al mundo entero para promover el uso de vehículos estilo Hummer. Vamos, hasta podríamos deducir que la prohibición de alcohol en territorio yankee en el siglo diecinueve, promovida en buena parte por el magnate John D. Rockefeller, fundador de Standard Oil Company (hoy ExxonMobil), se centraba en el interés de imposibilitar el uso del automóvil, inventado por Henry Ford, que usaba como combustible el etanol. Pero si recordamos con cuidado, el gran Goliat no resultó victorioso, aunque dejó en su haber varios abusos. Los empresarios rapaces requieren para su subsistencia, casi personal, el generar ganancias inmediatas, lo cual a nuestro quizá rencoroso placer, los ha llegado a dejar en la ruina en algunas ocasiones. Los ejemplos más claros y apegados al tema en discusión son las caídas de Ford, Chrysler y General Motors, quienes decidieron apostarle al corto plazo y no a la visión longeva de compañías como la líder mundial Toyota, mejor conocida por sus autos híbridos o eléctricos en su totalidad: Prius (aunque no sean del gusto estético de muchos, por qué no subsidiar mejor este automóvil).

Al biodiesel o biocombustible, le ha costado más trabajo popularizarse, sobre todo en América, ya no digamos México. El biodiesel puede ser utilizado en cualquier automóvil que tenga un motor diesel, tecnología que ha mejorado inmensamente a través de los años, aminorando el ruido que producen sus autos y haciéndolos en general más eficientes, realidad que contradice las creencias de muchos que se reúsan a cambiar de motor y combustible. ¡De hecho, el motor de diesel fue inventado en un inicio para utilizar aceite vegetal! Obviamente, como podríamos adivinar por su nombre, una de las grandes ventajas del biodiesel es el disminuir nuestras emisiones de CO2 y evitar otra crisis y escaseo como las del 73 por conflictos internacionales y políticos causados por un recurso que cada vez es más difícil de encontrar y más costoso al tener que hacer excavaciones más y más profundas. Pero una vez más los intereses de unos pocos se atraviesan en el bien común de la humanidad. Muy probablemente no nos sorprenderá que Estados Unidos, país que tiene poco más del cuatro por ciento de la población mundial, es responsable de producir la mitad del CO2 proveniente de automóviles y consume el veinticinco por ciento del petróleo mundial, aun cuando solo tiene dos por ciento de las reservas. Lo peor del caso es que ya todos sabemos que Estados Unidos no compra mucho del petróleo que necesita de otros países, generalmente lo roba o se embarca en guerras por él.

¿Y el gobierno? Por qué no pasar leyes que quizá no sean muy populares en un inicio. Las compañías automotrices se rehusaban a fabricar coches con cinturones de seguridad porque aseguraban que sus clientes no querrían usarlos, pero la ley se promulgó y ahora sabemos que es simple sentido común el usar cinturón de seguridad; y qué no es simple sentido común cuidar nuestro medio ambiente y salud mundial. Para algunos lo es, como para el ex-presidente Jimmy Carter, que tras la crisis petrolera en los setenta decidió crear un plan nacional que redujera en Estados Unidos la dependencia de petróleo extranjero, y lo logró, el uso del petróleo bajó veinticinco por ciento. Sin embargo, con la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca se restauró la ideología de consumir hasta cansarse para reactivar supuestamente la economía. Pero los esfuerzos del pseudo-político no se detuvieron ahí, se cancelaron también los fondos al Instituto de Investigación de Energía Solar, inaugurado por Carter y hasta se quitaron paneles solares que se habían instalado en la Casa Blanca en el mandato de Carter. Bueno, y qué decir de ex-presidentes que se encuentran en medio del negocio del petróleo como George W. Bush; qué esperanzas de que un individuo como él fuera a anteponer el bien nacional y ambiental por encima de sus intereses personales, obviamente jamás permitió que se pasara ley alguna que dañara a su amada industria.



Segunda parte

En la colaboración anterior hablamos acerca de la relación entre el gobierno estadounidense y las grandes empresas petroleras; no es coincidencia que millones de dólares se inviertan cada temporada en campañas y elecciones presidenciales por parte de la industria petrolera. Tampoco es casualidad que justo antes del 11 de septiembre del 2001 se rumora que se realizaron reuniones secretas entre Dick Cheney y líderes de las compañías petroleras en donde se discutió acerca de las reservas de Iraq por las cuales varios senadores republicanos se rehusaron a ponerse bajo juramento para negar su relación con la industria petrolera. Pero todos sabemos que igual se vendió la idea al pueblo norteamericano y a parte del mundo de la necesidad de una guerra en la que se gastan cincuenta billones de dólares al año por gastos militares de Estados Unidos para proteger y favorecer el flujo del petróleo a su país y por la cual han desaparecido tres trillones de dólares en transacciones no documentables e imposibles de rastrear. Así se ha ido creando una industria con control monopólico y coadyuvada por el estado norteamericano, así ha crecido ridículamente la deuda externa de Estados Unidos, así ha aprendido nuestro país vecino a llevar una vida despilfarrada más allá de sus posibilidades, y así en lugar de declararse en bancarrota o emergencia nacional, para saciar su enorme apetito, Estados Unidos ha decidido tomar (a la mala) los recursos de otras naciones y de otros pueblos desarrollando una mentalidad de imperialismo extremo.

Y así, la compasión y solidaridad (misma que no ha demostrado Estados Unidos ante el resto del mundo) que demostró gran parte del mundo después de los atentados del 11 de septiembre hacia el pueblo norteamericano, se ha ido desvaneciendo por su adicción y esclavismo al petróleo y por no admitir que los cambios que debe hacer en su política y cultura son urgentes y monumentales. Por el contrario, en países como Alemania, a la demanda ciudadana se ha respondido desde el estado con el impulso de energías renovables como la eólica, solar y el biodiesel (el cual se vende más barato que la gasolina gracias a subsidios, mientras en Estados Unidos es al contrario y la gasolina es la altamente subsidiada, aparte de contaminante). En Suecia también decidió el pueblo y el gobierno hizo caso, por lo cual se pretende eliminar el uso del petróleo para el 2020 y se ha armado un plan a largo plazo y con visión a futuro para sustituir la gasolina por el biodiesel y el etanol.

Pero en Estados Unidos se toma decisión errada tras decisión errada. Cuando Katrina golpeó al estado de Luisiana, entre otros, una, si no es que la mayor afectación resultó en el derramamiento de petróleo que pocos medios de comunicación y gobernantes mencionaron y que ninguna corporación remedió. Han sido los impuestos del pueblo de Luisiana los que han tenido que poco a poco enmendar los daños causados por la crisis ecológica desatada después de Katrina, desastre ecológico que varios científicos afirman es responsabilidad del calentamiento global (o efecto invernadero que debido a nuestras elevadas emisiones de CO2 y otros elementos no deja que la radiación solar escape, elevando nuestra temperatura y teniendo varios efectos adversos como el derretimiento de los polos y la elevación del nivel de nuestros mares) causado por el ser humano (ya que al calentarse las aguas se intensifican las tormentas por la creciente cantidad de agua evaporada y humedad que favorece la creación de huracanes). Podría decirse entonces que el asunto de disminuir los niveles de CO2, en gran parte provenientes de la contaminación causada por el petróleo, es un asunto de seguridad nacional, tema que suele preocuparles de sobremanera (aunque posiblemente sólo en teoría) a los norteamericanos. Es también un asunto de Salud Pública, Política Ambiental e incluso Economía, si se pretende tener una economía viable en un futuro.

Es por eso que se ha intentado ilustrar acerca de la necesidad urgente de desarrollar energías alternativas, aunque los reyes del oro negro frecuentemente hagan propaganda en su contra. Realmente el mundo es movido por el petróleo, para la exportación de bienes en camiones, trenes, barcos y aviones; para operar maquinaria; para construir; para hacer funcionar plantas de energía y manufactureras… Pero la buena noticia es que todo lo anterior mencionado funciona a base de motores que utilizan el diesel y por tanto podrían utilizar biodiesel sin ninguna modificación. Otro ejemplo son los camiones escolares que al usar diesel se vuelven altamente contaminantes no sólo para el medio ambiente sino aún más para los niños que los utilizan a diario, causándoles cáncer, asma, y hasta muerte por aspirar un humo similar al del cigarro todos los días. Por tanto, el uso de biodiesel comenzó a ser aceptado ampliamente hasta que se lanzó una fuerte campaña en contra del mismo, argumentando que la producción de biodiesel causaba deforestación y hambruna.

El analizar este punto es sin duda importante. Para empezar, debe saberse que la producción de gasolina es increíblemente ineficiente ya que toma más energía el producirla que lo que la misma genera. Por otro lado tenemos al etanol que utiliza maíz para su producción y cuya manufactura requiere del mismo monto de energía que el que brinda como combustible, debido a que se genera a base de monocultivos que erosionan la tierra y se utilizan pesticidas contaminantes y fertilizantes para su siembra. Para la producción tradicional de biodiesel, las problemáticas son similares a las del etanol, aun cuando la producción se considera más eficiente y el biodiesel genera más energía de la que consume en su elaboración a base de habas de soja. Otra de las problemáticas es que las grandes compañías agricultoras, como Monsanto, son subsidiadas (como lo es la producción de gasolina en Estados Unidos en lugar de subsidiar algo más elemental como podría ser el sistema de salud), lo cual les permite producir más alimentos de los necesarios, disminuir sus precios, exportar alimentos y dejar a campesinos del tercer mundo en banca rota y cuando los precios del petróleo suben (producto que se utiliza de múltiples maneras en el proceso de la agricultura en masa, i.e. pesticidas y maquinaria) se produce hambruna en un sector importante de la población mundial.

Obviamente lo que debe hacerse una vez más, es regular la producción de biodiesel para prevenir elaboraciones que no sean sustentables o que ponen en peligro el abasto de la alimentación humana. Existen muchas alternativas: producirlo con residuos de grasa, utilizar maleza que crezca rápida y económicamente, capturar CO2, usar algas que crecen rápidamente (versus el proceso de creación natural del petróleo que tarda miles de años). De estos avances tecnológicos y de estas maneras sustentables y responsables socialmente, podemos entonces producir químicos, plásticos, combustibles para automóviles y aviones, etcétera. Es impresionante como el biodiesel proveniente de algas se podría producir en poco más del diez por ciento de la superficie del Desierto de Sonora para producir la energía que abastecería a un país del tamaño y patrones de consumo como lo es Estados Unidos con un costo de veinticinco millones de dólares (cuando la guerra en Iraq cuesta trescientos millones de dólares al día) y el producirlo por diez años representaría la cantidad total del petróleo de Alaska. Es por eso que la creatividad y genialidad humana deben siempre seguir superándose a si mismas. No puede imaginarse nada más sustentable que el utilizar los desechos humanos para convertirlos en energía; así se propone tomar aguas residuales que facilitan el crecimiento de algas por medio de energía solar para crear biodiesel.

Pero es claro que la respuesta no está en un solo lugar. Para sustituir la adicción mundial al petróleo los biocombustibles sustentables son sólo un pequeño porcentaje de la solución. Otras opciones necesarias son: la biomasa (desechos orgánicos, árboles, basura, aceite de cocina usado…); la energía eólica que podría producir más energía con el dinero que se ha invertido en la guerra en Iraq que lo que ha producido en materia de energía el petróleo proveniente de dicho país; la radiación solar recibida cada diez días sobre la tierra es igual a las reservas mundiales de petróleo, gas y carbón, así como la energía que cae del sol a nuestro planeta en un par de horas podría ser suficiente para abastecer al mundo entero, aparte de generar empleos verdes, seguros y dignos con dichas tecnologías (versus minas de carbón como la de Sabinas); los automóviles eléctricos o híbridos son otra gran opción para reducir nuestro uso del petróleo; caminar, utilizar transporte público y bicicletas revitalizaría nuestros entornos urbanos y los haría más eficientes y con mejor calidad de vida; y finalmente obviamente el reducir nuestro consumo de energía. Todas las ciudades del mundo tienen el potencial para actuar ecológicamente con acciones como techos verdes que enfríen y mejoren la calidad del aire o la promoción de agricultura local; no cabe duda de que cuando los seres humanos combinamos tecnología y humanidad logramos grandes resultados. Obviamente tenemos que responsabilizarnos todos y responsabilizar a nuestros políticos para construir el mundo en el que queremos vivir y dejar de legado para futuras generaciones. Por eso, toma el autobús, usa tu bicicleta, camina, exígele a tu gobierno el uso de energías alternativas, consume productos sustentables y locales, disminuye tu uso del coche y gasolina, usa focos ahorradores, apaga la luz cuando no la necesites, así como tu computadora o la televisión… cambia tus hábitos, cambia tu entorno, cambia al mundo. En México nos falta trabajar mucho en materia de sustentabilidad y se nos acaba el tiempo.

No hay comentarios: