jueves, 26 de mayo de 2011

¿Trabajo o sentencia de muerte?

Una vez más se nos llenan de lágrimas los ojos y de rabia las entrañas al solidarizarnos con el dolor de los familiares de los mineros muertos y sepultados en la mina de carbón de Sabinas, Coahuila. Sin medidas de prevención, con contrataciones de menores, sin seguro social, con pésimas condiciones laborales, sin seguridad, etcétera, nuestras autoridades siguen solapando condiciones ínfimas de trabajo para el enriquecimiento inmoral de algunos cuantos. Dicha situación nos obliga, desafortunadamente, a vaticinar más muertes de trabajadores en yacimientos mineros mientras nadie tome responsabilidad del asunto, llámese empresarios, secretaría del Trabajo o Economía o gobiernos locales y federales. Lo más triste es que probablemente nadie salga sancionado por estos actos prácticamente criminales; ni la minera Beneficios Internacionales del Norte (Binsa), ni sus dueños, ni nuestras autoridades. Una vez más con un nudo en la garganta recordamos Pasta de Conchos, una vez más nos damos cuenta de la inhumana explotación en la que viven muchísimos mexicanos y de la gran ineptitud e inmoralidad de gran parte de nuestra clase empresarial y de nuestros gobernantes.

Se nos presenta una vez más, una realidad de completa inequidad e injusticia en nuestro país. Algunos de nuestros conciudadanos se vieron con la extrema necesidad de obtener un trabajo, sin importar sus condiciones, si era a destajo, sin importar si el que tiene que trabajar es un niño, sin importar si con dicho trabajo arriesgaban su vida, sabiendo que si algo les pasaba nadie respondería por ellos, a sabiendas de no tener derechos laborales (al menos de facto), trabajando en una mina prácticamente clandestina, recordando que en este país hace mucho se olvidó el significado de la palabra justicia. No importó que algunos mineros hubieran detectado una presencia alarmante de gas metano en Sabinas, o que hace un par de semanas un trabajador se hubiera intoxicado a causa del mismo gas proveniente del pozo de carbón cuyo estallido le ha quitado la vida a varios de sus compañeros. La empresa concesionaria no hizo nada al respecto, al parecer una tonelada de carbón no tiene precio, pero algunas vidas humanas sí.

Las medidas de prevención que debieron haber sido tomadas diariamente por la presencia simultánea y característica de gas metano y carbón en un mismo yacimiento no sucedieron. Pero no nos engañemos, las pésimas condiciones que existían en la mina de Sabina se multiplican día con día en el estado de Coahuila como en otros más. Podrá el secretario de Economía culpar al del Trabajo y viceversa, o el gobernador de Coahuila al gobierno federal, o argumentarse que existen vacíos legales en la materia, o decirse (en nombre de la “honestidad” = mediocridad) que los pronósticos no son esperanzadores, así es como al final del día nadie es culpable. Clandestinas o no, autorizadas o no, las minas en nuestro país representan el carácter delictivo e inepto de nuestros funcionarios públicos que continúan enriqueciendo sus intereses a costa de la miseria y de la vida de los mexicanos. Aunque no de todo nos enteremos, más de cien mineros han fallecido en el último lustro en Coahuila; sólo en las minas de carbón más de setecientos trabajadores han muerto en México en los últimos veinte años. Pero una vez más, ¡felicidades!, porque somos el productor número uno de plata en el mundo, ¡qué orgullo! Mientras tanto que Felipe Calderón ore por un milagro, seguro eso ayudará mucho más que el correcto actuar diario de nuestros gobernantes.

No, los rezos no sirven de nada cuando somos irresponsables y deshonestos; cuando para las casi seiscientas minas de carbón en Coahuila sólo existen tres inspectores de seguridad, que además y obviamente se encargan de otros sectores productivos, ante todo el ahorro donde más se necesita. Aparte, ¿imponer medidas de seguridad, inspeccionar, aplicar normas? Pero cómo, si nuestra clase empresarial es intocable. ¿Seguir estándares internacionales, rescatar heroicamente a nuestros trabajadores como se hizo en Chile? Pero para qué, no es redituable. Por eso nuestra Procuraduría General de la República es muy bien portada, y sólo apunta dedos cuando así se le indica y preserva la impunidad cuando es necesario para el bien de los poderosos de nuestra nación. Y así, de 32 minas inspeccionadas, diecisiete de ellas fueron suspendidas (de palabra), pero ninguna cerró realmente; sólo una de catorce empresas donde se solicitaron exámenes médicos para los trabajadores mineros cumplió con la amable petición (no se nos vaya enojando algún empresario); sólo dos de veintiún empresas mostraron sus medidores de gas metano; de 277 concesionarios de carbón mineral, sólo veinticuatro tienen a sus trabajadores registrados en el IMSS. Cómo no quebrarse en llanto, cómo contener el nudo en la garganta ante tal realidad. Cómo, cuando no se hacen auditorias, cuando no se señalan responsables, cuando la supervisión laboral es inexistente en nuestro país, cuando los empleos dignos en México son casi inexistentes, cuando peligran menores de edad en minas por “trabajar”; cómo, cuando no se evita la muerte.

No podemos más que exigir que esta realidad cambie, que se apliquen las medidas necesarias para garantizar la vida e integridad humana y ambiental. No podemos seguir permitiendo que las condiciones laborales en nuestro país sean indistinguibles a las de la esclavitud. Nuestra lógica económica nos ha llevado a depredar nuestros recursos naturales y humanos, este modelo económico es a todas luces insostenible. No podemos preservar una política económica que lleva a la pobreza extrema a la gran mayoría de nuestra población (con o sin trabajo). Dónde quedó el respeto a la vida humana, o es que ya sólo existe el instinto de supervivencia política; pues entonces ya está, la sociedad civil puede dejar de sostener a la clase política el día que así lo decida y hasta que la misma realmente cumpla con su responsabilidad social. Ha sido larga la espera en los últimos días y mucha la zozobra y desesperanza de los familiares y amigos de los mineros sepultados en Sabinas a principios de este mes; inimaginable su dolor por más que nos mostremos solidarios. No podemos más que honrar el recuerdo, la vida y la muerte de los mineros fallecidos en Sabinas, así como de los de Pasta de Conchos, con debate y acción profunda y cuidadosa acerca de la situación minera en nuestro país. No podemos olvidar que la sustentabilidad no es sólo ambiental, también debe ser social.

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