martes, 8 de marzo de 2011

Un monumento de clase mundial

Intentaron poner sus diferencias aparte por la noche del primero de marzo del 2011. Así, poderes políticos y empresariales como lo son Felipe Calderón, Carlos Slim Helú y Azcarraga Jean, se dieron cita, entre otros importantes miembros de la élite política, económica y cultural, para dar inauguración al monumental Museo Soumaya, ubicado al norte de la exclusiva zona de Polanco y financiado por el magnate más rico del planeta. Algunos otros distinguidos invitados a dicha inauguración, no sólo mexicanos, sino provenientes de diversas partes del mundo, fueron García Márquez, Larry King, Miguel Alemán Velasco, Mario Molina, Manlio Fabio Beltrones y Elena Poniatowska. Aunque el museo no será abierto al público hasta finales de este mes, Slim bautizó a este recinto, diseñado por su yerno Fernando Romero, como un museo de clase mundial y que será siempre gratuito para el público mexicano que no tiene la oportunidad de viajar fuera del país, pero que ahora podrá disfrutar de arte proveniente de distintos puntos del planeta.

En respuesta, proclamó Calderón, que una vez más, el sector público y privado se complementan para impulsar el arte y la cultura en México y colocar al país en la vanguardia del mundo cultural. Realmente resulta extraordinario para el ojo promedio, que una inversión de más de ochocientos millones de dólares enriquezca nuestra vida cultural y educativa al transformarse en una exhibición de casi 6,200 obras de arte, convirtiéndose así en las más grande colección de América Latina. Con esta acción se continúa y amplía la tradición de la Fundación Carlos Slim iniciada en la Plaza Loreto de San Ángel e inspirada por la fallecida esposa de Slim, Soumaya Domit, ferviente coleccionista de arte. Aún más impresionante, para nosotros los mortales, podría ser que lo que se expondrá en el museo es apenas un diez por ciento de la colección de arte europeo y latinoamericano de Slim, adquirido en las subastas más prestigiadas del mundo. Como quitarle un dulce a un niño, o muy probablemente mucho menos trágico.

Ubicado en Plaza Carso, a su vez ubicada en la colonia Ampliación Granada, que en algún momento tuvo perfil industrial pero que ahora se ha conformado como parte de la privilegiada zona de Polanco, en la delegación Miguel Hidalgo, se puede ya apreciar la deslumbrante pieza arquitectónica con rasgos futuristas y aproximada figura hiperboloide que como piel o fachada contiene 16 mil hexágonos de aluminio con trece medidas distintas, lo cual consistió en uno de los mayores retos del proyecto de construcción. La estructura de acero se eleva 47 metros y la recubren siete capas de materiales que generan las condiciones propicias, en cuanto a temperatura y humedad se refiere, para conservar el arte contenido en el lugar. En sus interiores no sólo se cuenta con 6,500 metros cuadrados de exhibición que ostentarán la colección más grande de medallas, monedas y billetes del virreinato, opacando por completo a la del Banco de México; El Pensador de Rodin; piezas de Laocoonte; obras de los mexicanos Diego Rivera, José Clemente Orozco y Rufino Tamayo; así como de artistas internacionales como Picasso, Rubens, Da Vinci, El Greco, Van Gogh, Monet, Cézanne, Renoir y Mattise, entre otros, sino que también contendrá un auditorio, biblioteca pública, cafetería y lounge.

No resultaría extraño pensar que dicha obra, por pertenecer a la fundación, “no lucrativa”, de Carlos Slim, le permitirá al empresario, como con tantos otros proyectos, esquivar numerosas cantidades de impuestos. Sabemos que el altruismo no es algo que generalmente se da entre los grandes y más potentados empresarios; a final de cuentas no se llega a ser el hombre más rico del mundo sin algo de avaricia (por algo tenemos una de las telefonías más caras del mundo). Por otro lado, al no pretender obtener ganancia directa del funcionamiento del museo, podría ocurrírsele a algunos malpensados que la construcción de esta nueva y grandiosa pieza arquitectónica es realmente el levantamiento de un monumento en honor a alguien tan excelso y soberbio que no podría ser cabalmente simbolizado con una simple estatuilla a escala real. Sin embargo, en lo personal, reconozco un poco más de valor en este tipo de faenas, que realmente ayudarán al crecimiento y desarrollo de un sector tan olvidado en nuestro país como es el cultural. Esto, sobre todo, si se le compara con obras pseudo-caritativas que emplean el dinero y sensibilidad de los mexicanos para evadir descaradamente su deber fiscal y erigir establecimientos de salud que después dejarán al olvido o al precario cuidado del estado. Sí, me refiero a los eventos organizados por ese personaje ardido que tuvo que marcharse a mitad de la inauguración del museo Soumaya. En fin, puede todo este evento y exhibición deberse primordialmente a una lucha de egos, y con todos sus asegunes puede que tengamos un ganador. No obstante, por lo menos se agradece, que de entre las cachetadas que se dan los poderosos, le haya caído, como cosa rara, un provechoso servicio a la sociedad mexicana.

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