miércoles, 16 de marzo de 2011

Sustentabilidad social

En los últimos años se ha dado cada vez más importancia en las disciplinas de la arquitectura y el urbanismo al diseño verde o sustentable, el cual ha ido posicionándose como un tema trascendental a cubrir para el saludable desarrollo de nuestras ciudades. Sin embargo, el objetivo estético de la arquitectura continúa alejándose de dimensiones políticas y sociales y por tanto se relega el tema de la sustentabilidad o justicia social en estas y otras disciplinas, hecho que sin duda ha frenado el saludable desarrollo de varias urbes y naciones. Por tanto, Teddy Cruz, arquitecto y urbanista de origen Guatemalteco, que ha estudiado y trabajado desde hace muchos años en la frontera Tijuana-San Diego, afirma que es más importante diseñar condiciones que edificios. Encontrándose quizá en el laboratorio ideal para probar dicha hipótesis, Cruz se ha sentido inspirado a coadyuvar en el establecimiento de bases económicas, políticas y sociales para la construcción de comunidades compactas, densas y basadas en la interacción comunitaria.

Cruz se ha centrado en el desarrollo y diseño urbano a pequeña escala, particularmente en asistencia a minorías o sectores marginados tanto en México como en Estados Unidos. Uno de sus lemas fundamentales reside en entender que la densidad no consiste en aglutinar cierto número de viviendas por acre, sino en crear el mayor número de intercambios sociales y económicos en un área determinada, posible con espacios que contengan diversos usos. Sin embargo, este modelo, que cada vez se reconoce más a nivel internacional, en ciudades como San Diego se torna imposible ya que las formas de las ciudades son regidas fundamentalmente por dos razones: intereses económicos y políticos. Por un lado, el único interés de los desarrolladores privados es maximizar ganancias y minimizar la cantidad de inversión, aun cuando con ello causan la pérdida casi total del espacio público. Por otro lado, las leyes de zonificación, aun basadas en el modelo suburbano de los cincuentas, se oponen a altas densidades y usos mixtos, lo cual hace imposible que el sector privado encuentre interés monetario en proyectos de vivienda social. Mas aparte, es ampliamente sabido que es mal visto que el gobierno norteamericano utilice dinero fiscal para dichos proyectos sociales en una sociedad reconocidamente capitalista, que no por serlo deja de tener un número importantísimo de ciudadanos viviendo en niveles graves de pobreza.

Por lo mismo, y siendo residente de San Diego, California, Cruz cuestiona proyectos que en teoría suenan positivos desde un punto de vista urbanístico y ambiental, pero que son inmensamente problemáticos en la práctica y en el ámbito social. En el centro o downtown de esta ciudad californiana, se plantea un proyecto ambicioso de revitalización, así como en muchas otras ciudades norteamericanas. Sin embargo, estos costosos y glamorosos proyectos van de la mano con proyectos tácitos de marginalización donde el sector que brinda servicios, como el de la limpieza, son forzados y desplazados, por cuestiones socioeconómicas, a rodear downtown San Diego con círculos de pobreza, lo cual podría vislumbrarse como un urbanismo basado en la división.

Por tanto, y aunque nos pueda parecer extraño, a Cruz le ha servido voltear hacia el otro lado. Tijuana, una típica ciudad fronteriza, se convirtió en una ciudad de fábricas o maquiladoras, entes que se establecen en comunidades en búsqueda de mano de obra barata sin retribuir este servicio de manera digna y justa. Por tanto, y en espera de poder cruzar la frontera algún día, a diario se forman asentamientos informales en esta ciudad fronteriza usando materiales de segunda mano para desarrollar un urbanismo aparentemente efímero pero al mismo tiempo real y que en muchas ocasiones se convierte en permanente. En los últimos años se ha presentado un fenómeno en el cual, aprovechando el desmantelamiento de suburbios de la era de la postguerra en San Diego, dichos materiales o búngalos enteros se reciclan por especuladores o activistas mexicanos para formar asentamientos informales en Tijuana.

Este reciclaje o apropiación de materiales de segunda mano, como llantas, puertas, cajas de madera, etcétera, dan lugar a un urbanismo de emergencia, en el cual Teddy Cruz ha encontrado varios aspectos atractivos para replicar, sin dejar de reconocer las condiciones de opresión que se recrean en los mismos. Por esta razón ha impulsado una interesante iniciativa, basándose en los estatutos del Tratado de Libre Comercio, que aun siendo injustos para el desarrollo mexicano, no se cumplen totalmente. Según el TLC o NAFTA, las maquiladoras, por los beneficios que encuentran en establecerse al sur de la frontera, tendrían que colaborar con el desarrollo de las comunidades en las que se asientan. Sabiendo que los salarios brindados por dichas fábricas no contribuyen con el saludable desarrollo de las zonas aledañas a las maquilas, sino todo lo contrario, Cruz ha logrado impulsar, que usando los mismos sistemas de manufactura, algunas industrias donen sistemas prefabricados de construcción, diseñados por el despacho de Cruz, para complementar y fortalecer las estructuras de las viviendas de los trabajadores de las maquilas, creadas en su totalidad por materiales reciclados, lo cual las hace altamente vulnerables.

Por un lado, podría pensarse que dicho acto no resuelve ni cercanamente un problema multifacético, lo cual es real, se necesitan modificaciones profundas en política pública, económica e internacional, entre otras. No obstante, y contrario a la norma de apropiar modelos de desarrollo primermundistas en el tercer mundo, varias iniciativas de Cruz han nacido de observar en las barriadas de Tijuana algo más que informalidad y pobreza, llegando al extremo de apropiar varias ideas para desarrollos en comunidades como la de San Ysidro dentro de la ciudad de San Diego en Estados Unidos. En Tijuana, en medio de la informalidad e ilegalidad, Cruz ha encontrado el patrón de zonas en donde los usos residenciales y comerciales son prácticamente indistinguibles, lo cual promueve actividad y vitalidad las veinticuatro horas del día. La extensión urbana sin planeación ni estrategia, es generalmente negativa en términos de sustentabilidad y desarrollo social, sin embargo, Cruz observa que en Tijuana al menos se da creando al mismo tiempo un denso tejido urbano que en ocasiones llega a ser autosustentable en actividades básicas como la laboral, comercial y residencial. Se torna mucho más problemática dicha extensión urbana en términos de abastecimiento de educación, cultura y salud.

En términos específicos y pertenecientes más al diseño que a la planeación urbana, Cruz ha encontrado tipologías en Tijuana que ha recreado en San Diego. Observó en la ciudad mexicana, la recurrente elevación de viviendas mediante estructuras de acero que albergan debajo espacios semipúblicos o comerciales (i.e. talleres, restaurantes, etc.) Esto lo vislumbra Cruz como puentes o intermedios entre lo formal e informal, lo legal e ilegal, lo planeado y lo no planeado, pero que van conformando a una comunidad. Del mismo modo, en San Diego ha observado la transformación de la forzada homogenización del urbanismo y sub-urbanismo estadounidense por parte de inmigrantes o ciudadanos que se encuentran en la necesidad de modificar sus entornos por un afán de supervivencia (extensiones ilegales de viviendas para acomodar más habitantes o establecimientos comerciales informales en barrios de San Diego). En base a esto, y con la ayuda de ONGs para actuar como intermediarios en la facilitación de permisos y microcréditos para residentes estadounidenses con una situación económica precaria, Cruz ha logrado arquear las leyes de zonificación californianas para desarrollar en San Ysidro proyectos de vivienda social que contengan espacios públicos y verdes, centros comunitarios, mercados locales, oportunidades laborales, bajo el mismo esquema de Tijuana de viviendas elevadas. Esto, bajo el objetivo de incrementar densidades, ha resultado en la creación de espacios semipúblicos y semiprivados.

El meollo es promover a la sociedad y su cultura como un motor económico en lugar de ver al valor económico como el único motor de desarrollo; construir barrios que le pertenezcan a la comunidad y no al mercado; suscitar densidades que promuevan intercambios sociales y económicos versus densidades basadas en un máximo número de viviendas y mínima inversión en infraestructura pública; vislumbrar a los residentes como participantes activos en su comunidad en lugar de como simples consumidores… Aun cuando Cruz trabaje a pequeña escala, esperemos sus ideas tengan un mayor alcance y resonancia.

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