miércoles, 16 de marzo de 2011

Celebrando la inequidad de género, entre otras cosas

En el contexto de la centésima celebración internacional del día de la mujer, se han formulado distintas acciones, de felicitación, conmemoración o reconocimiento a mujeres destacadas, protesta por injusticias en temas de género, etcétera. Tratando de cubrir un frente que probablemente no muchos cubrirán, al menos a nivel nacional, me gustaría recordar a una escritora y activista norteamericana interesada primordialmente en temas de planeación y decadencia urbana. Crítica vehemente de las políticas públicas de los años cincuenta y sesenta de reconstrucción masiva en nuestro vecino del norte, el discurso de Jane Jacobs es todavía pertinente en los diálogos actuales de urbanismo alrededor del mundo.

No se trata de idealizar a una pensadora que tenía seguidores y detractores. Al oponerse contundentemente a proyectos de renovación urbana, sus críticos la tachaban de conservadora, populista, y de tener una visión pastoral y nostálgica de la ciudad, entre otras cosas. Sin embargo, es hoy reconocida principalmente por su libro, publicado en 1961, The Death and Life of Great American Cities (La existencia y decadencia de las grandes ciudades norteamericanas), que ha tenido gran peso en la disciplina del urbanismo en las últimas décadas por su crítica a las políticas púbicas responsables de destruir varios centros y comunidades en ciudades como Nueva York o Toronto (a donde se mudó por su objeción a la guerra de Vietnam y donde continuó su crítica y trabajo sobre políticas urbanas) con el supuesto fin de atenuar los espacios indecorosos de la ciudad e implementar un modelo suburbano.

Jacobs, frecuentemente minimizada en su tiempo por su sexo y la general admiración del pueblo estadounidense por la idea de la sub-urbanización, llamaba a estos proyectos de renovación urbana vandalismo oficial o gubernamental y productores de opacos escenarios urbanos. Sin duda el más grande oponente de su ideología fue Robert Moses, que en Nueva York, como experto en obras públicas, en los cincuenta favoreció los highways por encima del transporte público, decisiones que modificaron barrios enteros pasando por en medio de ellos. Estas medidas eran vistas como un reordenamiento racional y eficiente pero que al no tomar en cuenta a la gente se convertían hasta cierto punto en antidemocrático. Jacobs veía a estos proyectos como auto-aislantes y aseveraba que no lidiaban con las problemáticas de las ciudades, solo las reacomodaban o cambiaban de lugar para esterilizar ciertas áreas. En conjunto, el punto de vista de la activista, era que estos planes destruían ciudades enteras sin dar mucho a cambio.

Por el contrario, la densidad, diversidad, complejidad y el caos de las ciudades es algo que a la escritora le parecía funcional y preferible a un orden visual, fingido e impráctico. Jacobs le daba gran importancia a las interacciones de la gente en sus bulliciosas calles, lo cual razonablemente la oponía a su destrucción creativa, como la llamaban los expertos y urbanistas de aquel entonces. Esto la convirtió en una importante líder en manifestaciones y organizaciones que se oponían y lograron cancelar proyectos como el Lower Manhattan Expressway, que hubiera forzado la destrucción de varias construcciones históricas y el desplazamiento de cerca de diez mil personas y cientos de negocios. Esto obviamente la convirtió en un emblema, muy probablemente sin haberlo planeado, de una época muy particular, los sesenta. Quizá esto es por lo que seguirá siendo recordada con más fuerza, por haber frenado a los bulldozers federales que pretendían arrancarle el alma a varias ciudades.

La implementación de corrientes ideológicas similares a las de Jane Jacobs en la política pública y urbana de Estados Unidos y otras ciudades del mundo se ha encontrado con numerosas ventajas y resultados positivos, así como algunas problemáticas. Tal es el caso del continuo desplazamiento de la clase obrera a las periferias de la ciudad. En el mejor de los casos, se reconocen las desventajas de la expansión suburbana indiscriminada y entonces se revitalizan los centros urbanos, se densifican, se atraen diversos usos, etcétera. Sin embargo, generalmente no se atrae a una misma zona una multiplicidad de personas y culturas, tanto por cuestiones raciales como socioeconómicas, desafortunadamente en pleno siglo veintiuno. En México, por ejemplo, la desigualdad social, para empezar, así como el desplazamiento de las clases marginadas por discriminación ha provocado un rompimiento enorme en nuestro tejido social que se traduce claramente en un panorama de inseguridad preocupante. Ciudades en países como Alemania, por lo contrario, han establecido las condiciones para que distintos estratos sociales vivan en la misma cuadra, lo cual permite el desarrollo de comunidades integrales y saludables. Suena imposible que la gente que vive en Santa Fe o Las Lomas, pueda vivir en el mismo sitio que la gente que vive en La Lagunilla o Ciudad Neza (mismo caso en el interior de la república), aun cuando sea necesaria su interrelación e interacción diaria en varios escenarios. Un tema nos lleva a tantos otros, y así como en esta semana celebramos al género femenino, que a nivel internacional aún sufre múltiples formas de discriminación, aparentemente la inequidad nos rodea indiscriminadamente.

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