lunes, 4 de julio de 2011

Separando, sembrando y composteando.

Desde un punto de vista arquitectónico, empezaron a desarrollarse y ponerse de moda, desde hace algunos años, proyectos de azoteas o techos verdes que generalmente resultaban costosos y complejos de desarrollar. Sin embargo, el sábado pasado, se llevó a cabo un evento público, por parte del Gobierno del Distrito Federal y otros entes privados, para promover a Efecto Verde, organización que promueve las azoteas verdes a partir de su producto de macetas hechas de plásticos reciclados y plantas que requieren poco mantenimiento (agua y cuidado). Cabe destacar que aunque en esta ocasión, en el monumento a la Revolución, se presentó un producto específico, también se comentaron alternativas sencillas a desarrollar por ciudadanos comunes y corrientes, las cuales resulta interesante e imperante recalcar.

En una ciudad como el Distrito Federal, resulta para muchos de nosotros difícil comprometer aunque sea un poco de nuestro preciado tiempo (ya que nos gusta gastarlo transportándonos de un lugar a otro) para cuidar nuestro entorno. Otros tantos, sentimos no tener el espacio adecuado o la habilidad necesaria para hacerlo. Sin embargo, en el actual panorama y situación ambiental a nivel local y global, parece que no nos quedará ningún otro remedio, esto si queremos que la raza humana siga siendo parte de este planeta por varias generaciones venideras. Acciones a cumplir como individuos hay millones: cuidar el agua, usar transporte público, minimizar nuestro consumo de energía, etcétera. Pero regresando al tema de lo verde, color que claramente nos falta en esta ciudad y país, qué puede hacerse.

Primero que nada, separar basura, ya es obligatorio por ley, no hay vuelta de hoja ni modo de frenarlo, es nuestra obligación ciudadana. Mínimamente debemos separar nuestros desechos en orgánicos e inorgánicos, pero podríamos ir más allá: aluminio, plástico, papel o cartón… ¿Y cuál sería el siguiente paso? Precisamente enverdecer nuestro entorno, de manera económica, sustentable y sencilla. Si tenemos el tiempo y espacio necesario, qué podría ser mejor que cultivar incluso algunos de nuestros alimentos favoritos, sabiendo de dónde vienen y que no contienen herbicidas dañinos para nuestra salud. Si no, siempre podremos recurrir a nuestras adoradas cactáceas u otras vegetaciones locales que requieren poco sustento pero que nos brindan un poco más del oxígeno al que estamos acostumbrados, ya sea en nuestro jardín, azotea, terraza o pasillo (quién se va a quejar de exceso de O2 en la Ciudad de México).

Algo que podría parecernos un poco más complicado, pero solamente por nuestra desidia y mala administración de tiempo, es el compostaje. Esta sería una actividad muy efectiva para agilizar y asegurar el crecimiento pleno y sano de nuestros sembradíos y una muy buena manera de aprovechar nuestros desechos orgánicos, que al descomponerse se convierten en una excelente forma de abono. Y la teoría de que las compostas siempre huelen mal es un mito, si se hacen de la manera correcta. Comparto un par de trucos: intentar descomponer un poco nuestra comida o desechos orgánicos agiliza el proceso; no exceder el agua o humedad en la composta evitará malos olores; agregar hojas secas ayudará a mantener un equilibrio de humedad ideal; lo recomendable es poner en nuestra composta capas de alrededor de diez centímetros de cada componente (residuos orgánicos, hojas muertas y tierra); el uso de lombrices podrá acortar significativamente el tiempo en que tu tierra esté lista (de seis a tres o hasta un mes). ¡Et voilá!

El compostaje, como todo, es algo que podemos efectuar a distintas escalas, dependiendo de nuestras posibilidades. Otra acción recomendable para tener vegetación en nuestro hogar es el diversificar. Hoy en día nos gusta todo expedito y en producción en masa, este es el caso de nuestra agricultura moderna, la cual erosiona suelos y causa múltiples daños ambientales. Por el contrario, existe un concepto milenario de nuestros pueblos indígenas muy sabio e interesante, el cual se recomienda aplicar también en nuestra agricultura a pequeña escala: la milpa. Este sistema de cultivo mesoamericano, combina generalmente la siembra de maíz, frijol y calabaza. Este acto refleja un profundo conocimiento técnico de nuestros antepasados con respecto a la tierra y su naturaleza, con el fin de cubrir las necesidades básicas de una familia campesina sin dañar la tierra o el medio ambiente. Así la milpa se convierte en un rico y complejo agro-ecosistema que protege la biodiversidad y evita efectiva y saludablemente las plagas. Sin tener que sembrar estos tres elementos forzosamente, lo recomendable es que tengamos plantas diversas; las hierbas aromáticas, por ejemplo, son buenas para alejarnos de las plagas y una opción recomendable como complemento en nuestro pequeño huerto o jardín.

Con estas ideas, y otras que se nos tienen que ir ocurriendo, podríamos contribuir con el reverdecer de nuestras urbes y mejorar nuestra calidad de vida. Las plantas son entes casi mágicos que no sólo filtran y nos protegen de contaminantes, sino también de cambios drásticos de temperatura, del ruido excesivo, etcétera. Aparte, un entorno verde siempre va a ser más atractivo, de eso no nos queda la menor duda. El mismo gobierno del Distrito Federal comienza a fomentar estas acciones reduciendo nuestro pago de impuesto predial al establecer azoteas verdes o forzándonos a separar basura. No nos quedemos atrás, siempre culpamos a nuestros gobiernos de falta de acción, pero afrontémoslo, gran parte del cambio debe estar también en nosotros. Al actuar estaremos también educando a futuras generaciones, lo que quizá no nos inculcaron suficientemente a nosotros, y con ello les permitiremos formar un futuro más prometedor y sustentable.

No hay comentarios: