lunes, 4 de julio de 2011

Mejor crear que copiar

Hace un par de días me topé con la noticia de que desarrolladores en China se encontraban en el proceso de construir una réplica exacta del pueblo austriaco Hallstatt en la provincia de Guangdong ubicada en la costa sur del país asiático. Obviamente la idea me pareció absurda y más aún al darme cuenta de las críticas e inclusive los posibles problemas legales a los que se enfrentarían por copiar desde tiendas hasta viviendas a la medida exacta. Sin embargo, apenas una semana más tarde, me encuentro con que en un pequeño poblado de Israel se pretende hacer lo mismo con el pretexto de que el lugar necesita ser ‘revitalizado’. El lugar se llama Yehud y se encuentra al este de Tel Aviv; inconforme con su identidad, su alcalde pretende transformarlo en el distrito Bella Lugano, y adaptarlo a la imagen de la ciudad de lengua italiana y nacionalidad suiza del mismo nombre. No puedo más que conjeturar, que si va a comenzarse este proyecto debe ser porque los recursos son suficientes y permisivos, pero sobre todo, porque no existe la visión política, arquitectónica ni urbana para pensar en un millón de maneras distintas y mejores de gastar el dinero para revitalizar un poblado o ciudad.

El alcalde Yossi Ben David afirma que su estímulo proviene de la “magia que irradian las ciudades europeas” que lo inspiran a crear el más grande y ambicioso proyecto urbano en Israel. Yehud, ciudad construida sobre las ruinas de un antiguo pueblo árabe, ha sido descuidada hasta convertirse en un vejestorio que acciones simplistas, como la de abrir malls, han sido claramente insuficientes para atraer población, comercio y vitalidad. Entonces ahora se ha decidido tomar acciones drásticas (aunque sin mucho fundamento), como el demoler su centro histórico, contenedor de una mezquita antigua. En su lugar se pretende construir altos edificios departamentales y tiendas cuya personalidad será regida por pórticos y columnas de diseño neoclásico. Las plazas serán cubiertas por árboles y fuentes (pieza arquitectónica favorita del alcalde), junto con otro tipo de elementos apropiados por su belleza y valor histórico. Y qué pasó con la cultura local, árabe o israelí. Deberá de suponerse que no es lo suficientemente digna para el fantasioso alcalde. Un ejemplo más será este lugar de nuestra obsesión con el espectáculo y la fantasía (i.e. Las Vegas), más que con la sustentabilidad ambiental y social.

Esto es lo que pasa cuando las ciudades las planean o construyen las inmobiliarias y los bienes raíces en lugar de profesionistas y urbanistas comprometidos con el desarrollo saludable de una ciudad. Por un lado es cierto que hay mucho que aprender de muchas ciudades europeas, pero el copiar su estilo no nos llevará a ningún lado cuando cada rincón del mundo tiene su personalidad e historia. Tomemos a un país como Dinamarca como el ejemplo supremo de sustentabilidad en el mundo. En Copenhague, su capital, casi un cuarto de su población usa la bicicleta para ir a trabajar; la ciudad está inundada de plazas públicas y parques; prácticamente toda la ciudad es amigable al peatón; y para el 2050 planea usar cero combustibles fósiles (gas, carbón, petróleo). Es verdad que no es una ciudad densamente poblada, pero no cabe duda que sus principios pueden y deben ser replicados alrededor del mundo (bajo un estricto análisis que se adecue a cada región). Pero no por esto vamos a cubrir al mundo entero de torres medievales, iglesias barrocas o arquitectura del siglo XVIII y XIX (fascinada a su vez con los estilos neoclásico, rococó y gótico), diseños característicos de la capital danesa, cuya mezcolanza es prueba de que cada época de la historia humana y cada región del mundo debe tener su espacio y personalidad.

Es indudable que los tiempos modernos requieren de gran creatividad e innovación para encaminarnos hacia un futuro viable. Si la nueva ciudad israelí se cimenta en una adoración visual muy probablemente fracasará en el intento de renovarse y recobrar la vitalidad perdida. Sin embargo, si su fundamento es la admiración por lo que se ha hecho correctamente en otras partes del mundo, (uso mixto en centros urbanos, ciudades que se acerquen al peatón y se alejen del coche, etcétera), entonces quizá podrá caminar hacia un futuro más prometedor. Es como lo ven los daneses, sacrifican una gran parte de sus salarios pagando impuestos para recibir a cambio un lugar limpio, saludable e increíble para vivir. Ojalá esta visión de las cosas fuera una lección para nosotros y nuestros políticos e implementadores de políticas públicas.

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