martes, 19 de abril de 2011

Wirikuta no está en venta

Una buena parte de la población mexicana, en particular de gente joven y aficionados del rock y música alternativa, saben que el pasado fin de semana se congregaron decenas de miles de espectadores en el Vive Latino 2011 en la capital de nuestro país. A diferencia de años pasados, se hizo presente una protesta y una crítica hacia el escenario que se vive en nuestro país. Se hizo referencia al No + Sangre, algunos grupos o bandas musicales, como Telefunka, declararon su repudio al gobierno de nuestro país y a la inseguridad que nos rodea, y voces como la de Diego Luna, que mostraba documentales de personajes y agrupaciones musicales, instaron a la audiencia a informarse e involucrarse con problemáticas como la de Wirikuta. De este modo, se recordó el carácter revolucionario de la música y el rock, y se exhortó a una juventud despertante a colaborar con el cambio y la mejora de esta nación.

Haciendo honor a una petición tan trascendente, el analizar el efecto, la historia y el presente conflicto minero en lugares como Real de Catorce, en San Luis Potosí, suena más que apropiado. La extracción minera alcanzó en esta zona entre 1875 y 1925 su más grande auge, realidad que dejó suficiente cianuro para continuar contaminando hasta la fecha a los pueblos aledaños donde en periodo de lluvias escurren éste y otros residuos tóxicos. Por consecuencia, este tipo de actividades han creado, como lo dicen los habitantes de la zona, pueblos fantasmas, que después de dedicarse a la minería, y al agotarse los yacimientos, quedan deforestados, contaminados e invivibles. Sin embargo, no tendría por qué haber de qué preocuparse en esta ocasión, porque desde 1994, la zona milenariamente sagrada de Wirikuta, es un área natural protegida y en 1999 fue declarada por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO por sus siglas en inglés), uno de los catorce sitios naturales sagrados del mundo que deben ser salvaguardados y respetados. Esto indica que en casi setenta por ciento de las 140,212 hectáreas de Wirikuta, que recorren siete municipios de diversos estados, quedan prohibidas las actividades mineras, y en el resto se aplican severas restricciones en contra de desechos contaminantes o la alteración de aguas subterráneas o superficiales (al menos en teoría).

A su vez, esto significa que los trabajos de minería en la región son prácticamente imposibles de realizar sin la extracción excesiva de mantos acuíferos para realizar trabajos de extracción de minerales que devastarían irremediablemente una región donde se practica la agricultura sustentable, y que se considera de uso tradicional o aprovechamiento especial. Con lo anterior, a la mayoría de los seres humanos nos queda claro que debe respetarse a un pueblo, el Wixárika, a sus tradiciones milenarias, a sus sitios sagrados y al medio ambiente que les rodea. Pero existen personajes que podrían necesitar más argumentos (¿quizá por su limitado intelecto?). Veamos, en Wirikuta y sus manantiales, se realizan varias de las principales ceremonias de este pueblo huichol. Digamos que Wirikuta es tan importante para los huicholes como quizá la Basílica de Guadalupe o el Vaticano para los católicos; quién osaría disturbar la zona donde se encuentra el Muro de los Lamentos en Jerusalén o la Meca. Por qué entonces se pretende despojar a estos pueblos del lugar donde consideran que se originó la vida y por lo cual peregrinan sobre de él cada año. Por qué arrancarles un lugar que han mantenido en equilibrio por siglos; cómo mercadear con un patrimonio de la humanidad.

La respuesta es obvia: por intereses económicos; y lo que es aún peor, por intereses que no son nacionales, porque el hecho de que Felipe Calderón los apruebe no los hace de utilidad nacional, sino generalmente todo lo contrario. Y entonces se usan argumentos como decir que los pueblos que peregrinan en Wirikuta cada año no viven ahí, sino en poblaciones aledañas de Jalisco, Nayarit, Zacatecas, San Luis Potosí y Durango, sin considerar la relación e importancia de este lugar para millares de personas. También se argumenta que se debe controlar, administrar y regular el uso del peyote o jicuri, que se consume tradicionalmente en ceremonias del pueblo huichol. Pero seamos realistas, lo menos que les importa a las compañías trasnacionales y a nuestras autoridades es el conservar reservas ecológicas o salvaguardar la salud de comunidades indígenas, si ellos son los primeros que saquean y deterioran dichos territorios con industrias rapaces y deplorables políticas de estado (llámese trazos carreteros equivocados, extracción de minerales, establecimiento de maquilas, acumulo caciquil de bienes como el agua, etcétera).

Al final del día, se inventaron artimañas y argumentos pobres de conservación para otorgar, por parte del gobierno federal, veintidós concesiones mineras a la empresa canadiense First Silver Majestic Corporation. También se aprovecharon de la situación desesperada de varios habitantes de la zona, que viviendo en una miseria cruel, no les queda más que aceptar un proyecto que les brinda la esperanza de un empleo, no importa si se trata de un empleo peligroso, temporal, mal pagado, o dañino para la salud; tampoco si inhabilita la posibilidad de un futuro próspero en la región para futuras generaciones; o si erosiona el campo, escasea los mantos acuíferos o los contamina para extraer metales de una manera ambiciosa e irresponsable.

A cambio de tres millones de dólares, que en beneficio de los mexicanos quizá jamás se verán, se organiza desde el 2009 un proyecto minero de explotación en una zona sagrada de nuestro país. Se desvían y contaminan fuentes subterráneas sin sanción alguna; se afecta la flora, fauna y manantiales de la región. ¿Y se presentó algún estudio o análisis técnico? NO. ¿Una manifestación de impacto ambiental? TAMPOCO. ¿Se informó acerca del volumen de mineral que se pretende extraer? MENOS. ¿Se notificó la cantidad de agua que se usará en el proceso y lapso en el que se trabaje? Ustedes qué creen. ¡Pero a celebrar todos, porque ya somos el primer productor de plata en el mundo y con este hecho podremos enriquecer a más extranjeros y empresarios rapaces! Y esa es nuestra triste historia, ¿alguien recuerda Pasta de Conchos? Entes públicos y privados, nacionales e internacionales, se enriquecen en nuestro país de la manera más despiadada, sin moral o límite alguno. Mientras, para la mayoría de los mexicanos no hay garantía de un trabajo ya no digamos digno, sino mínimamente seguro. Es difícil no recordar, con un nudo en la garganta de tristeza y rabia, a los 65 trabajadores que nadie pudo ni quiso salvar, ni uno de los magnates más grandes de México. ¿Pero cómo, minimizando ganancias? Por supuesto que no. En este México nuestro, y para los poderosos que lo administran, es evidente que nada vale, nada importa, sólo el dinero.

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