sábado, 2 de abril de 2011

Oportunidad Histórica

Hace un par de días se anunció el programa de repoblamiento del Centro Histórico como parte de la revitalización del mismo, que se ha enfocado en cerrar calles al uso del automóvil para convertir su uso en exclusivamente peatonal, la adición de dos líneas más de Metrobús que pasan por puntos estratégicos del Centro, incrementar el alumbramiento y repavimentar las calles aledañas al Zócalo capitalino que así lo requieran, etcétera. El plan de repoblamiento, promovido por la Asociación Mexicana de Profesionales Inmobiliarios (AMPI), consiste en ampliar y acondicionar el número de inmuebles en existencia para ocupar, ya sea rentando o comprando en el centro y corazón de la ciudad. Se dijo que hasta el momento, las viviendas disponibles y listas para ocupación eran casi cuatrocientas para habitar a más de mil personas de distintos estratos sociales, ya que las rentas, por poner un ejemplo, oscilan hipotéticamente entre dos y treinta mil pesos. Por tanto, “Vivir en el Centro”, como se autodenomina dicho proyecto, suena como una excelente idea para rescatar una zona del Distrito Federal que se empezaba a despoblar y por lo mismo a presentar distintos conflictos y dilemas urbanos y cotidianos como el de la inseguridad. Con el interés y genuino compromiso y asistencia del gobierno capitalino podría pensarse que tal objetivo no tiene posibilidades de fracasar.

En términos de sustentabilidad dicho proyecto no podría ser más oportuno. La idea es promover la vivienda en una zona autosustentable (donde una persona puede vivir, trabajar, recrearse, etc.) y que minimice al máximo los traslados largos y característicos de la Ciudad de México. Quien conoce la zona que reside entre La Alameda-Bellas Artes y la plancha del Zócalo con su imponente Catedral y alrededores, tendrá que admitir que fuera del número excesivo de personas que concurren en ocasiones en dicho lugar, el recorrido de un punto a otro es más que sublime. Mas aparte, la mitad del proyecto o planteamiento ya está solucionado, en esta área se encuentran comercios, restaurantes, bares, oficinas, museos… prácticamente de todo. Podría inclusive plantearse, que alguien viviendo en esta zona y con una cultura ciudadana mínimamente responsable, podría fácilmente prescindir del automóvil (no hay nada más disfrutable que caminar por el Centro y nada más insufrible que pasarlo por automóvil en hora pico). La problemática comienza, cuando fuera de un par de noches en fin de semana, la vitalidad de este hermoso recinto desaparece casi completamente en horario nocturno, muy poca gente vive o transita en sus calles, las cuales en respuesta se vuelven solitarias e inseguras. A eso debe sumársele el prejuicio proveniente de los flancos que rodean a las calles principales del Centro Histórico capitalino: los barrios de La Lagunilla al norte, Tepito y la colonia Morelos al noreste, La Merced al sureste y la Doctores al suroeste; barrios bajos, zonas históricamente relegadas e inseguras, sectores informales, o como quiera llamárseles.

En gran parte, es esta periferia la que aviva al Centro de la ciudad, así sea en gran medida con labores informales, y es la misma que no puede dejarse atrás en este proyecto. Aun teniendo varios aspectos positivos, debe evitarse el repetir el repoblamiento y la revitalización aburguesada que se dio sobre Reforma. La transformación urbana de esta legendaria avenida tiene muchos puntos efectivos a replicar; ha sido una revitalización basada en la mezcolanza de actividades, la sofisticación del transporte público y la creación de una cultura que se ha ido desprendiendo del automóvil y retomando prácticas no sólo más sustentables sino también más eficientes. Por lo mismo, su vitalidad y desarrollo económico crece día a día. Lo mismo pasa en zonas como la Condesa, la Roma o Polanco, cuyas estructuras comienzan a fallar precisamente por la congestión y el uso indiscriminado del automóvil. También debe reconocerse que tales colonias siguen privilegiando a los sectores opulentos de la sociedad, aun cuando se cuelen, como en todo México, los empresarios informales a ganarse la vida en algunas esquinas lujosas.

Por lo contrario, el Centro Capitalino tiene una oportunidad histórica de romper con tal paradigma. No debiera permitirse que las rentas que se anuncian a dos mil pesos se encuentren solamente en las calles inseguras o en los barrios donde prevalece la inseguridad, las construcciones deterioradas, problemáticas con los servicios básicos, etcétera. El desarrollo en los próximos meses de la situación en el Centro Histórico es muy delicado. Debe por supuesto trabajar el gobierno capitalino en el acondicionamiento de dichas áreas para ofrecer una vida digna a sus habitantes. Sin embargo, hemos vislumbrado a nivel mundial efectos adversos en ciudades como Londres o Nueva York, que cuando esto sucede, el valor de las propiedades se incrementa, desplazando así a los pobladores humildes que ya no pueden pagar rentas elevadas. Un gobierno de izquierda no puede permitir dicha situación y debe proteger a toda costa a dichos inquilinos. También podríamos confiar en el coraje característico de los pobladores de los denominados barrios bajos, que difícilmente permitirían que se les desplazara. Esta es la oportunidad de comprobar (como se ha hecho en algunos países europeos como Alemania) que el forzar, ya sea por factores económicos, políticos o sociales, que distintos estratos sociales vivan aislados, debilita enormemente el tejido social de una ciudad o país, incrementa la brecha entre ricos y pobres, resulta insostenible ambiental y socialmente… ultimadamente, conlleva a fracturas que con el tiempo resultan insostenibles y evitan el saludable desarrollo y progreso de una nación.

No hay comentarios: