sábado, 2 de abril de 2011

Laguna Verde, debate y acción urgente

Como ya hemos comentado, no cabe duda que el terremoto acontecido en Japón el 11 de marzo pasado conmocionó al mundo entero, así como ha hecho reflexionar a comunidades y naciones, a distintos niveles: ciudadano, empresarial y gubernamental, entre otros. La consecuente situación nuclear en Fukushima también ha generado debates e incluso acciones concretas de distintos estados y países para prevenir futuros desastres en distintas regiones. El debate es generalmente apasionado por parte de entes privados, activistas y agentes gubernamentales; muchas estrategias o propuestas han surgido del mismo, así como el reconocimiento de aspectos positivos y negativos de la energía nuclear. Consecuentemente, resulta inaceptable que en México no surja con tal intensidad dicho debate; comienzan a existir declaraciones del sector académico, pero mucho menos, como es de esperarse desafortunadamente, del gobierno e instituciones afines. Su discurso se reduce, en el mejor de los casos, a la negación.

Los temblores o terremotos no son una ocurrencia extraña en distintos puntos y regiones del país. Por un lado podría hablarse de la Ciudad de México y de lo dudosamente preparada que estaría la capital para un terremoto de gran magnitud. Ya de por sí se padecen estragos diarios en el Distrito Federal por hundimientos y grietas generados, entre otras cosas, por la extracción excesiva de agua de subsuelo. Más aun, no lejos de la capital del país, aproximadamente a 250 kilómetros (escalofriantemente la misma distancia de Fukushima a Tokio), se encuentra Laguna Verde en Veracruz con reactores nucleares de la misma marca y diseño que los recientemente averiados en Fukushima Dai-ichi. La región y los reactores de Laguna Verde se encuentran cercanos al mar y en zona históricamente sísmica, que aún cuando no ha registrado temblores mayores a 6.5 grados en la escala de Richter, requiere de medidas preventivas especiales.

No obstante, se afirma que la ocurrencia de un tsunami que afectara a esta única planta nuclear en México es altamente improbable ya que la misma se encuentra en una plataforma continental. Sin embargo, se aseguraba que muchos acontecimientos ocurridos en Fukushima nunca sucederían: que un terremoto o tsunami jamás estropearían una central nucleoeléctrica, que nunca saldría material radioactivo de las albercas donde se almacena el mismo, etcétera. Más aparte, la zona donde se encuentra Laguna Verde es una de abundantes lluvias y huracanes, lo cual también representa una amenaza y provoca constantemente que los caminos de evacuación sean difíciles de transitar, aun cuando la población viviendo en dicha zona en un radio de dieciséis kilómetros es de alrededor de tres mil personas y por tanto menor a la circundante a Fukushima. Pero debe aceptarse que así sea una o un millón, no puede jugarse con el futuro de vidas humanas.

Ante esta realidad, se ignoran las recomendaciones de científicos de la UNAM, que aseguran que los reactores tienen un diseño defectuoso y que un accidente afectaría desde el norte del país, al estado de Nuevo León, hasta el sur, en Chiapas y Tabasco, obviamente incluyendo la basta población de la capital del país y zona conurbana. Pero tal parece que las recomendaciones de suspender actividades y buscar otras opciones para producir energía, que sustituyan el tres por ciento que aporta Laguna Verde en términos de electricidad, tienen a los políticos sin cuidado. En su calidad evidente de no expertos en el tema, certifican, acreditan y aseguran que las condiciones de Laguna Verde son absolutamente diferentes a las de Fukushima y que los veracruzanos y mexicanos pueden estar tranquilos porque el gobierno federal, la Secretaría de Energía y la CFE tienen todo bajo control. Podemos estar confiados de que mientras países líderes en energía nuclear como Alemania, España, China y Estados Unidos, declaran moratoria en las centrales nucleares del tipo, nuestros estándares de calidad son superiores a los de Japón, una de las naciones más poderosas y tecnológicas del mundo, sí, aha, seguramente.

Se espera entonces que se apruebe la Estrategia Nacional de Energía en abril del 2012, para que hasta entonces las autoridades analicen a fondo la situación y determinen si la producción de energía nuclear resulta conveniente o inconveniente. Ok, aquí los esperaremos mientras tanto, un añito, qué puede pasar. Es cierto, el uso de energía nuclear produce mucho menos CO2 que los combustibles fósiles, por lo que constituye una energía más limpia a producir. Claro que nos gustaría que nuestro país estuviera a la vanguardia en el tema, y que de una manera segura pudiera producir este tipo de tecnologías que nos ayudaran a cumplir los compromisos asumidos para reducir gases de efecto invernadero. Desafortunadamente este no parece ser el caso, y aunque lo fuera, es evidente que el camino correcto a seguir es la producción de otras energías alternativas, limpias y mucho más seguras, como la solar o eólica.

Para su integral desarrollo y futuro viable, es claro que un país debe apostarle a la diversidad en producción de energía. Solamente con proyectos de este tipo se respaldará la soberanía, el futuro y la seguridad energética de México. Es interesante observar proyectos provenientes orgullosamente de nuestra máxima casa de estudios, la Universidad Nacional Autónoma de México. En días recientes se inauguró el Laboratorio Nacional de Sistemas de Concentración Solar y Química Solar, el primero en Iberoamérica. Dicho laboratorio se encuentra en el Centro de Investigación Energética de la UNAM con el afán de generar energía eléctrica para uso doméstico e industrial (i.e. procesos de tratamiento o potabilización de agua), y suficientemente poderosa para fundir en segundos placas de acero al carbón. No deja de impresionarnos lo que con su presupuesto cada vez más corto ha ido logrado esta institución, así como de indignarnos el pensar lo que podría ser de nuestro país si se le diera el apoyo necesario a estos temas e instituciones.

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