lunes, 22 de febrero de 2010

¡Pronto México se liberará!

Al igual que nuestro compañero, Julio Hernández, columnista de la Jornada, me gustaría comenzar esta reflexión con la frase final del discurso que emitió Evo Morales en el jardín Hidalgo del Distrito Federal ayer domingo 21 de febrero: “Mucha fuerza hermanas y hermanos, ¡pronto México se liberará!” Al terminar con esta frase su discurso, la multitud se emocionó en un aplauso colectivo. La emoción y el aplauso no se prolongaron demasiado, talvez por que la mayoría de la gente llevaba horas parada en el sol, o quizá por que la incredulidad nos ganó. Es cierto que nos llenó de esperanza por unos segundos, como si un profeta nos prometiera el deseo más anhelado, pero la realidad regresó, golpeándonos como tantas veces, haciéndonos dudar en nuestro presente oscuro si el cambio y con él la liberación en realidad es posible.

Dadas las dos y media de la tarde la fila era enorme para entrar al jardín cercado del centro de Coyoacán, aun cuando el evento estaba previsto para las tres y media y todos sabíamos empezaría al menos una hora después. Una vez adentro, la plaza se sentía llena de vida, aun cuando los vendedores ambulantes tuvieron esta vez que quedarse afuera, salvo el par que llevaba su mercancía bien escondida en la mochila. Había música y cantos; rituales y una especie de altar; banderas ondeantes de Bolivia, México y la hermosamente colorida de los pueblos indígenas; jóvenes, en su mayoría alternativos vestidos muchos con prendas indígenas; estudiantes con su característico ¡Goya!; intelectuales; extranjeros; familias enteras; encachuchados con gorras del PT; una viejita bailando formidablemente ya fuera al ritmo del canciones indígenas o del jarabe tapatío…un niño pequeño que vendía calcomanías y gritaba: “¡Fuera Calderón!”

Al llegar Evo, la antelación crecía ya que eran varios los que habían planeado hablar antes que él. El primero, Raúl Flores García, Jefe Delegacional de Coyoacán, fue terriblemente abucheado, pero los ánimos se calmaron al escuchar a la Senadora Rosario Ibarra de Piedra y a los distintos representantes de los pueblos indígenas; así hablaran en distintos dialectos y sin entenderles, la audición oía con atención y respeto. Estuvo aquel indígena que recordó y nos recordó a Zapata con su característico bigote y vestimenta al entregarle el “bastón de mando” a Evo. Finalmente, antes que Evo Morales, habló el embajador de Bolivia en México, Jorge Mansilla Torres, reconociendo que los pueblos indígenas tienen su lugar gracias a las reformas impulsadas por el sí legítimo Presidente de Bolivia.

Evo comenzó saludando y reconociendo a aquellos movimientos sociales “que luchan - que sueñan por otro mundo, por otra vida que acompañe la igualdad y dignidad de todos los pueblos de América Latina”. Se mostró también sorprendido por la gran concentración que lo acompañó; las porras por Evo no paraban cuando dijo que aprovechando la reunión del día siguiente en Cancún venía para saludar y expresar “un profundo cariño y respeto por los revolucionarios de México”. El resto de su discurso se basó básicamente en responder a la pregunta de una de las oradoras anteriores: ¿qué podemos hacer para hacernos respetar como pueblos indígenas? A lo que él respondió con su experiencia en Bolivia; empezando con una lucha social, concientizando, movilizando y unificando para pasar de la resistencia civil a la toma del poder. Tomó años de organización, dijo, “nos enfrentamos a adversidades como cuando los conservadores, los neoliberales…los vendepatrias nos dijeron que no teníamos derecho a hacer política y al cuestionarlos nos acusaron de comunistas, de subversivos, de terroristas, de narcotraficantes…en el 2002 me llamaron el Bin Laden andino”.

Sin embargo, Evo recordó que la tarea se convirtió en recuperar lo que hicieron sus antepasados, defender las tierras y el territorio, los recursos naturales, los derechos de los pueblos indígenas y defender los servicios básicos, que afirmó, no pueden ser negocio privado. Con esta propuesta se pasó de la lucha social a la electoral en un frente común en donde el movimiento indígena se unió con partidos de izquierda, después con obreros y los intelectuales y profesionistas fueron los últimos en creer en el movimiento y proyecto político para la liberación de los pueblos de Bolivia. Él mismo, admitió, fue escéptico en un principio; “cómo puedo ser presidente yo, cómo un acusado de indígena, indio, narcotraficante, terrorista, comunista, subversivo, puede ser presidente…a veces cuesta trabajo creer lo que avanzamos y llegar donde llegamos…pero cuando hay gran compromiso con el pueblo, cuando hay gran sentimiento por la patria, cuando luchamos por la igualdad, por la dignidad y por nuestra soberanía, es posible”.

Y tan fue posible que Evo Morales nos recordó cómo se ratificó con el 64 por ciento de los votos como Presidente de Bolivia. Parte de su lucha inicial se enfocó en la recuperación de los recursos naturales, y sin ningún miedo naturalizó los hidrocarburos para el pueblo boliviano. Recordó así, el déficit fiscal que prevalecía en Bolivia desde hace décadas y que en el 2006 se convirtió en superávit gracias a la recuperación de los hidrocarburos. Bolivia, dijo, ha dejado de ser un país indigno que mendiga luchando permanentemente contra el intervensionismo del imperialismo. Afirmó, que si queremos el desarrollo de nuestros pueblos, una democracia legítima y no pactada, dignidad y soberanía, sólo la lograremos sin el imperialismo y capitalismo norteamericano; sólo así habrá paz y justicia social. Necesitamos, continuó, una nueva OEA sin Estados Unidos si queremos la liberación de nuestros pueblos y que mejor que la tierra de Benito Juárez, de Emiliano Zapata, con la fuerza de todos los pueblos del campo y la ciudad, las fuerzas obreras, intelectuales, profesionistas, para plantearnos la liberación de Latino América. Depende de las fuerzas sociales y de saberlas escuchar, de gobernar subordinado al pueblo como dijo el subcomandante Marcos, de recoger sus propuestas y saber debatir, el pueblo es muy sabio.

Hablo hacia el final de su discurso acerca de la importancia de nuestra responsabilidad global no sólo regional y de la necesidad de añadir en la lista de la lucha por los derechos humanos, políticos, económicos…la lucha por salvar al planeta tierra, recuperando nuestros recursos naturales. Reprobó el intento de privatizar un recurso tan elemental para la vida como el agua, instruido, dijo, por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Así, afirmó que sin el FMI y el BM, sin sus condicionamientos y sin su gendarmería estamos y estaremos mejor al igual que sin embajador de Estados Unidos ya que su presencia no es decisiva de los intereses y el bienestar de Bolivia. Antes de despedirse no dejó de reconocer a la Cuba de Fidel Castro, la Venezuela de Hugo Chávez y el Brasil de Lula. Se retiró del podium agradeciendo la fuerza brindada por la presencia de la gente y la devolvió como dijimos al principio con la frase de “Mucha fuerza hermanas y hermanos, ¡pronto México se liberará!”

No queda mucho que decir después de reflexionar sobre este discurso, mas resta mucho por actuar. Se encuentran similitudes entre Bolivia y México, al igual que diferencias; varios rubros en los que se le podría imitar transformando e innovando sus esquemas. Se comprende que no necesitamos cosechar esperanzas de sueños prometidos sino acciones concretas y unión en la búsqueda de un bien común. La unión de nuestras izquierdas y nuestras fuerzas; la intelectual, la universitaria, la del pueblo, la indígena, la sindical, la obrera, la minera, la campesina…No podemos esperar nuestra liberación, tenemos que encausarla.

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