martes, 6 de julio de 2010

Respeto y libertad

Qué sucede cuando una región del mundo aspira a convertirse en la más cosmopolita y moderna sin poder repensar o replantear sus usos y costumbres. No se trata de dejar su historia y tradiciones atrás, lo cual probablemente ya hicieron al, por ejemplo, olvidar y reemplazar en gran parte su arquitectura única y auténtica para reproducir una arquitectura internacional (tan extraordinaria como es) que aislada impide reconocer si uno se encuentra en el Medio Oriente o en un centro financiero de Estados Unidos o cualquier otra metrópoli del mundo. Se ha preferido y decidido reproducir y romper record al tener los edificios más extensos y lujosos del mundo o un Starbucks Coffee en cada esquina al estilo norteamericano sin invertir en un museo o centro histórico que capture la maravillosa esencia y el pasado del lugar. La acertada visión y resultados positivos de ésta en términos económicos del Emirato Árabe que es Dubai, es debatible y parte de una discusión distinta al igual que contrarestada por sus enormes deudas y su sistema político monárquico. Sin embargo, lo que ya no hace sentido en el siglo XXI, a pesar del respeto que se le deba tener a la religión del Islam, es la discriminación y el rechazo que aun se presenta en contra de la mujer en esta aclamada utopía global.


No puede decirse que el género femenino es el único agredido en esta ciudad. Como podría esperarse en cualquier ciudad cosmopolita, la composición demográfica de Dubai es bastante diversa, lo cual la beneficia en términos de enriquecimiento cultural, gastronómico, artesanal, etc., aun cuando algunos locales sientan que amenaza su identidad. Pero al ser la ciudad que más requiere mano de obra barata en el mundo, su población extranjera alcanza prácticamente el 85 por ciento y con ello, los derechos humanos se quebrantan en toda oportunidad posible. Los trabajadores, aun habiendo nacido en los Emiratos Árabes Unidos, no se consideran ciudadanos a menos que sus padres lo sean, por tanto, nunca podrán obtener la ciudadanía. Mas aparte, se les obliga a entregar su pasaporte para trabajar, con lo cual les resulta prácticamente imposible salir del país, forzándolos a vivir en condiciones calificadas por Human Rights Watch, como prácticamente inhumanas. Esto, entendiblemente, ha resultado en tensiones desde el 2006 con protestas hechas por los trabajadores a causa de los bajísimos salarios y las indignantes condiciones laborales. Nadie como nosotros los mexicanos para entender la importancia de los derechos de los migrantes y el papel que juegan en la construcción y desarrollo del país en que trabajan por lo cual merecen reconocimiento y un trato digno como seres humanos.

Del mismo modo, aunque muy seguramente en condiciones aun más degradantes y en una posición de género indebidamente más vulnerable, el negocio de la prostitución, en teoría ilegal en los Emiratos, es una red bien organizada e inclusive tolerada por las autoridades. Las mujeres que más comúnmente trabajan en este negocio son extranjeras que provienen de África y Europa del Este. Tal doble moral es dolorosa, como lo es también en nuestro país. Sin embargo, posiblemente más extremista e intolerante. La etiqueta en términos de vestimenta, dicta que las mujeres Emirati vistan con una abaya, manta negra que cubre prácticamente todo su cuerpo y en ocasiones sólo deja al descubierto sus ojos. Me gustaría pensar que la mayoría de las mujeres siguen estas reglas por una profunda religiosidad y convicción personal, lo cual sería, desde mi muy particular punto de vista, completamente respetable e incluso admirable en un clima de 48 grados centígrados. La versión de que este atuendo es ideal para el calor extremo me resulta inconcebible. Esa lógica la puedo creer aplicada en el kandura, vestimenta blanca, usada solamente por los hombres. Sin embargo, me resulta difícil aceptar (llámenme intolerante) que una mujer, turista o no, que decida usar un atuendo distinto pueda ser condenada e incluso hasta arrestada por eso.

Otra práctica común es la de separar los lugares públicos por género. A las mezquitas, por ejemplo, las mujeres entran por una puerta trasera que las conduce a un cuarto de rezo separado y más pequeño. Lo mismo sucede en lugares como gimnasios y hasta en la bolsa de valores (donde mujeres adineradas intentan compartir la pasión de sus maridos). De igual manera, mientras los niños y hombres pueden meterse a la playa en un día caluroso, las mujeres deben quedarse atrás cubiertas por sus abayas negros. No sé honestamente que tan saludable sea tal comportamiento, o basado en el respeto religioso más que en el prejuicio social. Así mismo, las mujeres son gravemente apartadas del ámbito laboral, y de recibir reconocimiento por sus capacidades. Desde hace mucho tiempo, por ejemplo, las escritoras árabes firman frecuentemente con un nombre masculino para poder vociferar lo que sienten y piensan sin peligro. Del mismo modo, una arquitecta, local o internacional, no podría sobresalir en una ciudad donde la arquitectura crece día con día.

Tal falta de tolerancia, pluralidad y albedrío, talvez se puede entender mejor al revisar la política de los EAU, más que Al Corán. Las primeras elecciones en este país, se realizaron en el 2006, en donde sólo se les permitió votar a 6,595 de las 300,000 personas mayores de 18 años que viven en este país, y sólo 1,163 eran mujeres. Igualmente, una pequeñísima elite es la que goza de los servicios de salud, educación y vivienda que el gobierno tanto se ufana en proveer. En cuanto a medios de comunicación se refiere, que en México bien sabemos lo centrales que son en el desarrollo saludable de un país, la censura es una práctica común y regular. Temas como la homosexualidad o la teoría de la evolución son consideradas tabú y medios como el Internet son altamente regulados por el gobierno cuando considera que trata temas que causan conflicto con los valores del país.

Esta reflexión no pretende condenar una cultura que me parece fascinante, ni a un grupo de personas como los musulmanes que han sufrido inmensamente. Tampoco intento reprobar el desarrollo acelerado de Dubai que ha traído fascinantes construcciones e inmejorables sistemas de transporte, aun cuando si pueda estar en desacuerdo con su falta de sustentabilidad y moderación. Reconozco y admiro la historia, cultura, comida, arquitectura y demás aspectos, no sólo de los EAU, sino del Medio Oriente en general. Y si bien puede ser cierto que Dubai es uno de los países menos conservadores del Medio Oriente, con un diverso número de culturas y religiones; que las mujeres han ido tomando un mayor rol en la sociedad; y que no es más que el derecho y la responsabilidad de los habitantes de este lugar el decidir la forma en que quieren regir su vida y ver regido su país, como parte de la comunidad internacional me gustaría brindar el más grande y sincero apoyo a las mujeres y seres humanos en general que decidan vivir en un entorno de respeto y libertad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

la cultura arabe ha sido de suma importancia en la cultura universal, por lo cual deberian de reconsiderar el rol de la mujer en la sociedad, y las aportaciones que han tendio para el desarrollo de la misma, felicidades por este gran escrito