lunes, 24 de mayo de 2010

La Merced: lugar de sabores y delitos

Con su historia mexica, característica de los barrios que forman parte de y rodean al Centro Histórico capitalino, y con el pasado religioso que le dio su nombre, La Merced pronto se convirtió en un barrio popular y en un emblemático centro comercial y de abasto, que hoy con nueve mil comerciantes está al servicio de la clase trabajadora, aun cuando los más de tres mil ambulantes informales que rodean al mercado, hagan peligrar su existencia. Este arrabal también puede verse como una especie de refugio que ha dado hogar y trabajo a mexicanos y extranjeros de origen humilde que tienen el afán de salir a flote. Por tanto, el sentido de pertenencia y las múltiples y muy características leyendas de este barrio se han ido perdiendo con la llegada de nueva gente desarraigada al lugar. Sin embargo, aun con sus problemas económicos y “existenciales”, la historia y relevancia de esta colonia marginada y su famoso mercado continúan haciéndose presentes a través de los años.

Desde hace siglos, la costumbre de la venta de alimentos nació en el área, cuando todavía existían canales de agua que desde Xochimilco, Chalco y Tláhuac, hacían posible el transporte de frutas frescas y otros productos. Aun cuando el Mercado de la Merced se ha ido diversificando con el propósito de subsistir, éste es por muchos identificado como aquel en el cual es posible encontrar una innumerable cantidad de especies e ingredientes para preparar cualquier platillo típico mexicano que se nos antoje y ocurra. La venta de tal cantidad de víveres convierte a este mercado en el más grande de Latinoamérica y como muchos lo llaman, el estomago de la ciudad. Su sección de alimentos, que incluye desde legumbres hasta carnes y abarrotes, se ubica en una Nave Mayor de 400 metros de longitud (alrededor de 40,000 metros cuadrados) y una Nave Menor que cobijan a más de 3700 puestos y expendios, que por su historia, ubicación y servicio convierten al mercado prácticamente en un santuario.

No es para menos que el Mercado de la Merced se haya convertido, o continúe siendo, un templo en donde la religiosidad continua presente en el mismo lugar donde se escuchaban pregones, cantos y rituales indígenas, o posteriormente donde se edificó el convento de Nuestra Señora de la Merced. Esta historia se mezcla con un interminable número de leyendas creando a su vez nuevas creencias y devociones. Por esta razón, además de comida, en el Mercado de la Merced se venden yerbas para el amor, amuletos, brebajes, pomadas y hasta collares de ajos contra la brujería. La lista de venta de productos que hacen culto a religiones alternas a la oficial es interminable.

En la actualidad, en el Mercado de la Merced, que lucha desde hace años por sobrevivir, también se vende ropa, zapatos, artículos electrodomésticos, y varios otros productos. Para alcanzar el éxito como vendedor en este barrio y mercado, las jornadas laborales deben empezar en las primeras horas de la madrugada, con el ir y venir de choferes, abastecedores, estibadores, diableros, comerciantes y compradores ya entrada la mañana. Pasando las horas, en el mercado se van multiplicando los olores dulces, agrios y amargos de comida y de gente. También crece el ajetreo y los gritos que sólo empiezan a morir cuando comienza a oscurecer.

Pero no es necesario que oscurezca para que cruzando los límites del mercado y saliendo al exterior, caminando por San Pablo, se encuentre el lado no tan romántico de La Merced. A la luz y vista de todos, policías y niños incluidos, en este barrio se extiende el negocio de la trata de personas, obviamente en su gran mayoría mujeres, y en un número alarmante también de menores hasta de doce años. Mujeres y niñas que se ven forzadas a pagar cuotas hasta de diez mil pesos diarios aparte de su forzado trabajo, a cambio de recibir alimento y el “regalo de la vida” que sus padrotes les conceden al no matarlas a golpes por no cubrir la cuota. Con tal realidad, se acrecienta la violencia extrema en contra de mujeres trabajando en dicho negocio, que sufren desde golpes y explotación sexual hasta violación y muerte. Esto requiere forzosamente la intervención de las autoridades con el fin principal de proteger los derechos humanos de las afectadas, ya que desde hace años se ha llamado atención a la situación declarando una alerta de violencia feminicida en la zona.

Las mujeres que hicieron de La Merced un lugar famoso gracias a sus deliciosos platillos caseros, sus recetas, y su capacidad empresarial, hoy van perdiendo poder y esperanza. El comercio informal que rodea su mercado y la difícil situación económica de su país las ha ido dejando sin trabajo y expectativas. Las fiestas que se celebran y organizan tradicionalmente en el barrio año con año cada vez son más difíciles de realizar, tirar la casa por la ventana ya no es posible para ningún comerciante de la Merced. Como resultado, la diversificación laboral ha tenido que ir tan lejos hasta cubrir el campo criminal y olvidando lo que las mujeres han hecho para levantar este barrio en el pasado, en el presente se les ofrece el más doloroso y cruel pago, sosteniendo un negocio económicamente redituable pero social y humanamente desastroso.

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