sábado, 1 de mayo de 2010

Coliseo siglo XXI

Bienvenidos al coliseo y circo romano del siglo veintiuno, aquí se ofrece el más espectacular entretenimiento salvaje desde 1933. Nuestro fundador combatió contra el mismísimo Pancho Villa y aquí han luchado gladiadores como Black Shadow, Blue Demon, El Perro Aguayo y el grandioso Santo. Este es el deporte nacional mexicano, el que abarrota arenas enteras y entretiene al pueblo. Nuestros enmascarados son ídolos de talla internacional que han hecho de la Lucha Libre Mexicana un fenómeno mundial. Nos hemos presentado en Estados Unidos, Centroamérica, Japón y Corea, entre otros, y vamos por más.

En el ring se crean héroes con un destino anticipado, afuera de él, los aficionados del pancracio se vuelven coleccionistas y difusores. Ellos observan a sus ídolos confiando en que derrotarán al enemigo y defenderán su anonimato. La gran mayoría del público esta siempre al lado de la justicia, del bien… ¡de los técnicos! Los rudos, por más fuertes y sobresalientes, esos que hacen trampa, no respetan las reglas y se alimentan de chiflidos y mentadas de madre, deben ser eliminados en nombre del valor y la bravura (cómo olvidar al Santo, el villano que se convirtió en héroe y, como en sus películas, siempre luchó en contra del mal). Por lo mismo, a las luchas y a apoyar a los bienhechores, van todos, turistas, abuelitos, hombres, mujeres, jóvenes, niños y hasta recién nacidos, todos en familia.

Por el tiempo que dure el espectáculo, se vale todo, los niños pueden pronunciar cualquier número de peladezes imaginables, bueno a veces más bien inimaginables. Pero no son los únicos, obviamente siguen a sus enérgicos padres y al par de señoras medio calientes por ver a sus ídolos en calzoncillos. A los rudos se les canta la famosa porra de chiquitibum…pero con el inadvertido final de ¡Chingas a tu madre!!!! Durante este tiempo se celebra y se reconoce la artesanía de nuestras máscaras y uniformes. El deporte también se festeja con la admiración de los espectadores al ver una quebradora, un raquetazo, una patada voladora, unas tijeras, una plancha cruzada, una llave o contrallave bien aplicada…como en los viejos tiempos, como disfruta y se entretiene la afición cuando ve a verdaderos atletas…un verdadero espectáculo aéreo.

Las grandes batallas, muchos opinan, se liquidan en duelo directo, sin embargo, muchos otros disfrutan las riñas en parejas o tríos, donde el alboroto es extremo y cuesta trabajo seguir varias luchas a la vez, sin embargo, cualquier género desata pasión e ilusión en los aficionados. Tal es el caso también de las luchadoras, que como en la vida real, con gran ardor y valor, han ganado la aceptación de esta institución, históricamente machista.

Algunos dicen que las luchas están arregladas o que son una farsa, que los duelos se han convertido en un saltar chapulinesco sin técnica o sentido, más que el de apantallar a la gente. Pero a muchos no les importa, la mayoría de los que acuden a las arenas disfrutan el espectáculo y lo consideran de primera categoría. Los vuelos, saltos y piruetas atraen a la gente que aplaude la batalla y sale contenta. La realidad es que los luchadores no son sólo actores o atletas, sino una fusión extraordinaria de ambas profesiones. Por lo mismo se han convertido en emblemas que se portan en pulseras, dijes, playeras, gorras y demás.

Porque las luchas se han convertido en una moda, muchos llegan guiados por la novedad y pasada la emoción no vuelven. Pero los verdaderos aficionados viven una emoción extrema en cada encuentro, ya sea visto en vivo o en la tele…bueno no hay nada como las luchas en vivo, al filo de la butaca, y en primera fila. Éstas se disfrutan tanto hoy como ayer, la tradición sigue, los hijos del Dr. Wagner y La Parka reactivan su legado, y más allá del entretenimiento, las dinastías no mueren y solidifican esta tradición a través del tiempo, aun cuando algunos digan que ya es hora de renovar el deporte y llaman a ésta la “era del cambio” en donde figuras técnicas como El Místico muestran su lado rufián.

Del modo que sea, las luchas continúan, por ya casi un siglo en México, causando sensación y formando una importante parte de la cultura popular mexicana. Fomentan ciertas costumbres cuestionables como es la bravuconería, el amarillismo y la grosería. Sin embargo, no puede dejar de reconocerse como el pasatiempo favorito del grueso de la población mexicana.

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