lunes, 7 de diciembre de 2009

Oventic y Nuevo San Jerónimo

Ha pasado mucho más tiempo del que me hubiera gustado desde que dejé aquellas tierras de contradicción y lucha. Absorbida de nuevo en la rutina del mundo occidental fui demorando mi deseo y compromiso por escribir acerca de lo que observé y viví en ese par de días. Frases como “para todos todo, nada para nosotros” y “aquí manda el pueblo y el gobierno obedece” se quedaron en mi mente y corazón; en este mundo cotidiano se quedan atrapadas en mi ser en el día a día en que no puedo gritarlas y expresarlas como me gustaría.

Hace más de un año regresé de un corto viaje a Chiapas, en donde me enfrenté una vez más con las realidades que inundan nuestro país, con las paradojas y contradicciones como aquella de la abundancia y la pobreza en un mismo lugar y tiempo. Sin embargo, la gente que conocí ha logrado hasta cierto punto vencer obstáculos y recobrar su derecho a vivir con libertad, con sus costumbres y pensamientos, han podido reclamar y recobrar su espacio en este mundo, en su mundo que les ha sido arrebatado en diferentes momentos de la historia para convertirse en uno que no tiene lugar para ellos. Como ellos lo escriben en sus murales “muchos son los colores y los pensamientos y el mundo será alegre si todos los colores y todos los pensamientos tienen su lugar.”

El viaje comenzó como un deseo (que aun tengo, quizá más que nunca) por acercarme a las raíces y realidades de mi país, por sensibilizarme a sus dolores y sus carencias. Cuando me encontraba estudiando en el extranjero, me topé con un grupo llamado Escuelas para Chiapas, entablé contacto con sus integrantes y pensé que al graduarme de la carrera que había elegido sería un buen momento para involucrarme un poco más con este grupo activista. Me uní a una delegación, como se les llama, en donde el objetivo era ayudar a construir una escuela de adobe en un pequeño rancho de Chiapas, llamado Nuevo San Jerónimo, propiedad de un gran hacendado antes de 1994. Elegí esta caravana en lugar de alguna involucrada con derechos humanos, o derechos de la mujer entre muchas otras opciones por tratarla de unir a mi profesión, la arquitectura.

La experiencia de trabajar con un material local fue enriquecedora, una beta de estudio que me gustaría explorar por su contribución sustentable entre muchas otras razones, sin embargo, esto fue solo una pequeña parte de las grandes lecciones que recibí en este viaje. Fueron días en los que nos bañamos con agua fría y con mangueras, íbamos al baño en letrinas, caminamos kilómetros subiendo montañas y anduvimos en camiones de redilas para llegar de un lugar a otro. Experimenté un modo de vida que es una realidad para muchos mexicanos y no solo una experiencia, dado a la gran negligencia de los que nos mal gobiernan.

Este modo de vida puede no ser ideal para los que nos desenvolvemos en un mundo occidentalizado y moderno, sin embargo, los aspectos positivos y admirables fueron muchos más. El trabajo de los indígenas que nos enseñaron a fabricar los tabiques de adobe, es arduo e intenso, aunque al mismo tiempo lleno de alegría y entusiasmo en la actividad que realizan por su comunidad y las generaciones venideras. En el siguiente lugar que visitamos, una de las comunidades más importantes de los Caracoles, Oventic, también pudimos presenciar el gran esfuerzo hecho realidad de estos grupos Zapatistas. La muestra: la escuela secundaria (INDEPENDIENTE) Primero de Enero; el centro de comunicación autónoma zapatista; la clinica “La Guadalupana”; la sociedad cooperativa artesanal “Nichim Rosa”; la oficina de las mujeres por la dignidad; el teatro Emiliano Zapata, etc. Estos son lugares llenos de cultura en donde se predica que “el algebra de la educación revolucionaria es la dialéctica” y que “no hay arma más eficaz que la verdad del pensamiento”.

En este lugar nos entrevistamos con la junta del Buen Gobierno, conformado por una asamblea de dos mujeres y tres hombres que conversaron con nosotros contestando algunas de nuestras preguntas acerca de su pensamiento y el funcionamiento de su sociedad. Se nos contó acerca de su lucha por encontrar alternativas de gobierno autónomo y local para organizar sus comunidades indígenas en contraste del “mal gobierno” y la política oficial de la nación; su principal objetivo: proteger los derechos de los pueblos indígenas. Y lo han logrado con la idea de que gobernar es escuchar y dialogar no dictar, y siempre en conjunto. Impresionantemente, el resto de muchas historias fue contado por dos miembros extranjeros que parecían conocer e interesarse en la historia de Chiapas y el movimiento mucho más y mejor que la mayoría de los mexicanos, desde el levantamiento del 94, la firma de San Andrés en el 96, el fin de la negociación en el 2002, las luchas políticas y armadas, pero más importante las luchas por mejorar su calidad de vida.

Muchas otras historias yo las aprendí en algunos otros viajes a Chiapas cuando estaba más chica. Supe de abusos, de condiciones prácticamente de esclavismo en nuestros tiempos, de la manipulación de grupos indígenas por el gobierno, de matanzas como la de Acteal, etc. Sin embargo, los caracoles han sido grupos capaces de estar libres de vicios como el alcohol, tiene gran respeto y aprecio al género femenino, buscan la superación sin supedicion a los modos occidentales…creo que estas personas no están solo construyendo casas, escuelas y clínicas, sino un nuevo y mejor mundo, por que como ellos dicen: “no necesitamos permiso para ser libres” y “si no cabemos en su mundo entonces construiremos el nuestro”. Y no caben por que enfrentan día a día discriminación, racismo, maltrato, hambre, pobreza, frío, dolor…Pero debieran caber antes que nadie por su gran perseverancia, aun después de haber perdido a seres queridos, sus tierras, sus derechos, los están volviendo a ganar, son un gran ejemplo.

Para mi este viaje significó unos días de gran aprendizaje, no creo que haya prestado un gran servicio, aun cuando me gustaría hacerlo, pero presiento que cada vez que regrese será tanto más lo que reciba de lo que pueda dar. Pero al menos intentaré no olvidarme de expresar, compartir y hacer correr toda esa enseñanza, todo lo que vi, oí, y sentí. “No morirá la flor de la palabra”

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