lunes, 7 de diciembre de 2009

Antonieta Martínez

Mi nombre es Antonieta Martínez, recuerdo que cuando era pequeña mi madre me nombraba diferente, era un nombre dulce que mi patrona no podía pronunciar. Sin embargo, desde que fui vendida a los once años nadie me ha vuelto a llamar así. He decidido olvidarlo, he aprendido que ciertos recuerdos solo traen añoranzas de una vida que ya no es mía, que talvez nunca lo fue.

Mi patrona dice que si quiero ser dueña de mi misma tengo que trabajar duro y acostumbrarme al mundo moderno. No puedo evitar preguntarme si el mundo moderno quiere acostumbrarse a mí, al color de mi piel, a mis ojos cansados, a mi cabello negro…Pero yo no conozco nada distinto a las enseñanzas de mi patrona, tengo vagas memorias de mi pueblo y sus costumbres, de momentos felices que hoy resultan tan dolorosos que prefiero olvidarlos, pretender que nunca existieron por que sé que nunca volverán. Mi patrona me ha hecho creer que lavando ropa, pisos y excusados, recogiendo cosechas con el sol ardiente del mediodía y cuidando a un par de niños que jamás podrán quererme como su nana por que mi apariencia no es digna de su alta posición social, podré superarme y formar parte de este mundo occidental.

A decir verdad me siento un poco desesperada por que gano cincuenta pesos mensuales y estoy endeudada con mi patrona por que vivo en su casa en un cuarto de servicio y como de su pan. Me ha dicho que no habrá más remedio que pagarle con algún hijo o hija que llegue a tener para que sea su futuro sirviente ya que yo no tengo posesión alguna ni valor alguno, tal como tuvo que hacer mi madre cuando su persona ya no valía por que estaba vieja y cansada, adolorida y reumática. Siento a veces enojo y rabia cuando voy a la iglesia y el Padre dice que debo de ser paciente y obediente, que debo tener fe. Creo que la fe y esperanza de tener una vida mejor la perdí el día en que fui violada por mi patrón, no puedo decirle nada a mi patrona, le destrozaría el corazón, yo no quiero ser malagradecida. Fue solo una vez y estaba borracho, ni siquiera resulté embarazada, nadie me creería si lo denunciara, finalmente, ¿quién soy yo? Sólo una pobre mujer indígena, originaria del sureste de mi país. Tengo amigas que la pasan peor, algunas tienen que prostituirse para sostener grandes familias abandonadas por un patriarca borracho o indiferente. Otras han visto a sus hijos morir en sus brazos después de enfrentarse a un servicio médico incompetente. Otras llevan semanas sin probar bocado y durmiendo en las calles, ellas esperan la muerte como única salida al dolor de vivir.

Supongo que después de algo de reflexión debo sentirme agradecida, mi realidad no es tan desafortunada, pero no puedo evitar sentir muchísimo dolor cada vez que siento la mirada de gente que me mira para abajo, que trata de pretender que no me ve y pone una barrera para separar su mundo del mío, esa gente que se mueve en círculos de privilegios fingiendo no sentir la vehemencia de la pobreza y el polvo de la destitución, a esa gente que le molesta mi simple presencia en este mundo. Me cuestiono si les molesta ver mi pobreza por que les preocupa la profunda injusticia social que existe en el mundo o simplemente les incomoda ver mi miseria por que no va con la idea del mundo perfecto en el que creen vivir. ¿Cómo pueden culparme a mí por ser pobre? Yo no escogí vivir en este mundo, quién puede concienzudamente decidir vivir así, yo fui despojada de mi tierra y mi pasado, de mi gente, mis costumbres y mis raíces. ¿Por qué es que esa gente me quiere cerca de ellos como sirviente pero lejos como ser humano?

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